Un nuevo
movimiento social se ha puesto en acción, esta vez en Aysén. La tensión
reinante, en vez de disminuir ha aumentado. Este movimiento, al igual que los
que le han precedido revela muchas cosas dependiendo del cristal con que se
mira.
Para el gobierno
y la derecha, sería parte de una estrategia de desestabilización, con una clara
intencionalidad política, que busca instrumentalizar cualquier problema para
obtener ventajas electorales y políticas. Además, denuncian que se trataría de
problemas que se arrastran de tiempos de los gobiernos de la Concertación incapaces de
resolverlos.
El país pide a
gritos una regionalización a fondo, no de papel; pide un rol protagónico del
Estado que limite los abusos de productores monopólicos ante consumidores
indefensos; pide que seamos tratados no solo como consumidores, sino como
ciudadanos, con derechos y deberes, no solo con deberes.
Si bien se trata
de problemas y demandas de larga data que no han sido satisfechas, ellos fueron
exacerbados durante la última campaña presidencial para posibilitar el ascenso
de Sebastián a la primera magistratura. Las promesas, las expectativas
generadas, le están costando un ojo de la cara. Transcurrida la mitad de su
gobierno, la derecha está cosechando lo que sembró. Lo que es peor, es incapaz
de escuchar, de anticiparse, de prever lo que viene. Solo atina a reaccionar
sobre la marcha en forma automática, como un robot siguiendo las instrucciones
que desde ultratumba transmite el innombrable: más represión, más fuerzas
especiales, más gestos duros, para que entiendan, para que aprendan que con
ellos no se juega, que no les temblará la mano. Más importante que resolver
conflictos, que anticiparse a ellos, es criminalizarlos una vez que estallan.
A la oposición
no le interesa ni tiene la capacidad para producir conflictos, ellos
simplemente existen por problemas reales, no inventados. La oposición no ha
sido cerrada, muy por el contrario, ha respaldado con entusiasmo aquellas
iniciativas legales que benefician a los más postergados. Uno de los últimos
ejemplos es aquella destinada a favorecer a las empleadas domésticas.
Un estado de
conmoción social es lo que menos le interesa generar a la oposición, a
diferencia de la derecha, a quien parece acomodarle más gobernar con estados de
sitio, estados de excepción y con las calles tomadas por las FFAA. Que todo esto
se dé bajo un gobierno que se proclama como de excelencia, de los mejores, lo
delata de cuerpo entero.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario