Gobernar democráticamente
es uno de los mayores desafíos que ha debido enfrentar la derecha desde que
ganó las últimas elecciones presidenciales. Entre quienes conforman el gobierno
predominan dirigentes empresariales, dueños de empresas y quienes conforman la
élite de este país. Los acostumbrados a mandar. El mayor problema que ha debido
enfrentar es justamente que tienden a creer que gobernar es sinónimo de mandar.
A pesar que en
la campaña electoral hicieron hincapié en que “sabían cómo hacerlo”, “en que se habían preparado 20 años para
gobernar”, que había asumido “un gobierno de excelencia”, “el gobierno de los
mejores”, la verdad es que el aprendizaje lo están haciendo desde el gobierno,
a punta de tropezones y porrazos. Los problemas le estallan en la cara sin
mayor capacidad de anticipación, y cuando se producen no saben cómo
enfrentarlos.
Todo ello
agravado por las expectativas generadas con propósitos electorales que están
siendo defraudadas. Prueba lo expuesto, que a pesar de la bonanza
macroeconómica, del bajo nivel de desempleo, existe un malestar soterrado que
se expande peligrosamente en los más diversos sectores y regiones. A nivel
sectorial, los resultados de la privatización de la salud, la educación y la
previsión dejan mucho que desear y la gente tiene una sensación de impotencia y
decepción imposible de soslayar. A nivel regional, Punta Arenas, Aysén, Calama,
son algunos botones de muestra que seguramente se extenderán a otras ciudades,
entre las que destaca Arica, postergada por décadas, que primero vio impasible
como Iquique crecía a su costa, y en la actualidad, como su vecina Tacna, en
Perú, se desarrolla a pasos agigantados.
Si bien este
malestar se viene incubando desde hace tiempo, la derecha no puede eludir su
responsabilidad y endosársela a los gobiernos de la Concertación porque cuando
estos quisieron abordar los problemas que hoy estallan, la derecha, empoderada
gracias a un sistema binominal, que le daba más peso que el que le correspondía,
y a un esquema de quórums calificados que imposibilitaba la aprobación de
medidas y leyes sin su anuencia.
La realidad
actual es patética, con un gobierno que no sabe qué hacer, cuya estrategia
oscilante desconcierta. En su esencia, solo atina a dividir, desgastar,
reprimir, amenazar, apelar a las fuerzas especiales. Un gobierno que tiene la
convicción que los problemas son artificiales, creados por la oposición o los
comunistas, y que ellos están tras los pobladores, los mineros, los pescadores.
Les ha resultado
más difícil gobernar de lo que pensaban: están viendo que otra cosa es con
guitarra.
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