Las heridas que dejó el terremoto siguen abiertas sin
visos de cerrarse. Quienes vieron destruidas sus modestas viviendas y no tienen
recursos están a merced de un Estado que supuestamente está regentado por un
gobierno de excelencia, de los mejores, que no ha estado a la altura de las
circunstancias. También se ha dado el caso de edificios de mayor valor,
construidas recientemente por empresas constructoras de renombre, que se vieron
afectadas por el sismo. Por lo general, estas empresas, tienden a rehuir sus
responsabilidades, ya sea en el diseño como en la construcción. Entre los casos
más emblemáticos, destaca el de la Inmobiliaria Numancia en Viña del Mar que al
día de hoy no ha asumido sus responsabilidades en las fallas de uno de sus
edificios.
Al drama de ver afectadas sus propiedades, ricos y
pobres, se agrega la batalla que deben dar contra los dueños de las empresas
constructoras, y en muchos casos, también deben lidiar con empresas
aseguradoras contratadas, pero que a la hora de la verdad, recurriendo a los
más inverosímiles argumentos, también eluden sus compromisos.
Para sostener las batallas legales en curso no solo
hay que tener infinita paciencia, sino que recursos. Como dijera nuestro héroe
Arturo Prat, la contienda es desigual. Desigual porque tanto inmobiliarias como
constructoras y aseguradoras, cuentan con verdaderos ejércitos de bien pagados
bufetes de abogados destinados a pervertir la justicia tal como la entendemos
los mortales. A los daños en sus propiedades, los propietarios deben agregar
los gastos que demandan sus abogados para defender sus derechos. Desigual,
porque hay asimetría de información. Los propietarios de las viviendas
afectadas no tienen porqué saber de leyes ni de características constructivas,
a diferencia de los dueños de las constructoras e inmobiliarias se conocen
todas las triquiñuelas legales al revés y al derecho. Están en eso. A partir de
allí obtienen sus jugosas utilidades.
Lo expuesto es un atentado contra la propiedad, contra
la confianza que el funcionamiento del libre mercado exige. No de los
terroristas convencionales, de aquellos que desde el anonimato lanzan bombas
y/o destruyen bienes de propiedad pública y privada, sino que de terroristas de
alcurnia, que construyen sus fortunas a partir del engaño, de la mentira. Son
los principales destructores de la economía social de mercado.
En 1925, Joaquín Edwards Bello afirmaba que en Chile
“al publico se le estafa desde el desayuno, porque la leche que
bebe tiene un tanto de agua y el café un tanto de achicoria. En el fardo de
pasto encontramos un adobe y en un barril de miel un adoquín. ¡Qué de raro
tiene que en un edificio se encuentre arena en vez de cemento roca!" Cualquiera
diría que fue escrito en la actualidad.
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