En
términos futboleros, el gobierno encabezado por Sebastián se va al descanso
luego de un primer tiempo como quizá nunca se imaginó. Desde el primer minuto
quiso pasar al ataque con un equipo de jugadores diestros en el manejo de
empresas para ganar dinero. Una de las nuevas estrellas, contratada a última
hora desde uno de los cuadros adversarios, fue ubicada como ministro de
defensa, porque se le suponía diestro y sagaz en el manejo de la pelota. Sin embargo
duró poco, al igual que el embajador destinado a cubrir la plaza en Argentina, y
cuya locuacidad terminó por defenestrarlo, para colocar en su lugar a un viejo
zorro de la política, colorín por más señales. El gabinete de los gerentes tuvo
corta duración.
El
manejo del país no es lo mismo que gestionar una empresa. Jugar en una cancha
llena de baches no es lo mismo que jugar en una parejita, empastada. No es lo
mismo buscar desarrollo, abordar la inequidad, que buscar utilidades. A poco
andar, otro ministro estrella, eterno candidato presidencial, tuvo que pagar
los platos rotos como consecuencia del movimiento estudiantil. A mediados del
primer tiempo el gabinete ya era una mezcolanza de tecnócratas, gerentes y
políticos, sin conducción política.
Reconozcamos
que el partido partió con un equipo constituido que tuvo que cambiar de
estrategia, sus prioridades, pocos días antes de su inicio como consecuencia
del terremoto. Pero se tenía confianza, se sentían los mejores, un equipo de
estrellas al que no le entrarían balas. Partió como tromba, cubriendo todo el
terreno, con laterales que subían y bajaban, desbordando constantemente a un
ritmo vertiginoso. Los obstáculos no eran sino oportunidades. Su minuto de
gloria lo tuvo con el rescate de los mineros, momento en el que se anotó un
golazo de media cancha. El rival, la oposición, entretanto, no atinaba.
De
ahí en adelante, el equipo gubernamental ha cometido errores garrafales que le
han costado goles desde los flancos más impensados: desde el estallido del gas
en Punta Arenas hasta la rebelión en Aysén, pasando por el conflicto
estudiantil cuya duración terminó por desgastar a todos. La estrategia ocupada
para enfrentarlo, similar a la empleada para encarar el desafío de Aysén, de
ganar por cansancio, ha terminado por reventarlo no obstante el buen clima
económico imperante.
Se
llega así al descanso, en un partido al que solo le cabe calificarlo de malo,
aunque no aburrido, con un equipo, el gobierno, que va perdiendo por al menos
un par de goles y que enfrentará un segundo tiempo marcado por elecciones
municipales en los primeros 20 minutos, y por las elecciones parlamentarias y
presidenciales en los minutos finales. Si el gobierno sigue jugando como lo ha
estado haciendo hasta este minuto, la oposición tiene todas las de ganar, pero
no si sigue jugando como lo ha hecho hasta el entretiempo. Para ello es
indispensable que la oposición se ordene, porque hasta este minuto su juego no
le ha reportado mayores dividendos y muchos de sus jugadores creen que están
jugando solos, comiéndose la pelota y olvidando que para ganar hay que trabajar
como equipo, donde los goles hay que encajarlos en el arco contrario, no en el
propio.
Brillante Rodolfo, qué entretenida y didáctica tu forma de expresar tus interpretaciones del momento (para mí). Gracias por ello. B, tu vecina.
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