Petróleo en Brasil
Dentro de las noticias internacionales no ha dejado de llamar la atención aquella que concierne al eventual descubrimiento de importantes yacimientos petrolíferos en el país más grande de Latinoamérica, Brasil. Con este descubrimiento se sostiene que podría alcanzar su independencia energética, lo que lo llevaría al siempre tan esquivo desarrollo.
Desafortunadamente la realidad no es tan simple. La historia nos señala, una y otra vez, porfiadamente, que la existencia de importantes recursos naturales no garantiza absolutamente nada. Por el contrario, a la fecha, al menos en nuestro continente, su descubrimiento ha conllevado la existencia de enclaves, focos de fuerte crecimiento, pero sin estar acompañados de desarrollo; ha traído consigo fuertes migraciones de trabajadores en busca del empleo.
Chile tiene una larga experiencia en la materia. En tiempos ya remotos, el salitre –el oro blanco del norte- fue el señuelo de capitales foráneos y de trabajadores nacionales que desde todos los rincones del país se vieron atraídos por las expectativas generadas. La pampa se llenó de actividad, pero los pobres siguieron siendo pobres de solemnidad viviendo en condiciones inconcebibles. La historia y las novelas han registrado a sangre y fuego la realidad de entonces. Si bien el salitre no se acabó, un producto sustituto convirtió los entonces bullentes pueblos de la pampa nortina en pueblos fantasmas. Las promesas de desarrollo fueron palabras que se llevó el viento.
Más recientemente, la riqueza pesquera de este mar que tranquilo nos baña, atrajo la inversión de importantes empresarios, dando origen a una importante industria pesquera. En su momento, no faltaron quienes con voz engolada anunciaban la llegada del desarrollo de la mano de este nuevo sector productivo. Los malos olores que debían sufrir los habitantes, así como los perjuicios que su actividad generaba en el sector turístico había que soportarlos. No obstante que autoridades sanitarias exigían la implementación de nuevas tecnologías que evitaran la emisión de desechos químicos al mar, así como de los olores, las empresas amenazaban con el cierre y la pérdida de la fuente laboral para cientos de trabajadores si no se les daba tiempo para la reconversión. Finalmente el cierre llegó por sobreexplotación de la especie marina y/o el desplazamiento de los cardúmenes hacia otras latitudes. De desarrollo no quedó nada, tan solo el vacío, el desempleo, la rabia por esperanzas una y otra vez frustradas.
Estas historias nos indican claramente que el descubrimiento de una riqueza natural no nos asegura nada si al frente no se dispone de un sólido aparato estatal administrado por autoridades capaces de imponer sus condiciones ante los inversionistas nacionales o internacionales que como buitres se dejan caer de inmediato. Si no se dispone de tales autoridades, mas vale que no se descubra nada.
Dentro de las noticias internacionales no ha dejado de llamar la atención aquella que concierne al eventual descubrimiento de importantes yacimientos petrolíferos en el país más grande de Latinoamérica, Brasil. Con este descubrimiento se sostiene que podría alcanzar su independencia energética, lo que lo llevaría al siempre tan esquivo desarrollo.
Desafortunadamente la realidad no es tan simple. La historia nos señala, una y otra vez, porfiadamente, que la existencia de importantes recursos naturales no garantiza absolutamente nada. Por el contrario, a la fecha, al menos en nuestro continente, su descubrimiento ha conllevado la existencia de enclaves, focos de fuerte crecimiento, pero sin estar acompañados de desarrollo; ha traído consigo fuertes migraciones de trabajadores en busca del empleo.
Chile tiene una larga experiencia en la materia. En tiempos ya remotos, el salitre –el oro blanco del norte- fue el señuelo de capitales foráneos y de trabajadores nacionales que desde todos los rincones del país se vieron atraídos por las expectativas generadas. La pampa se llenó de actividad, pero los pobres siguieron siendo pobres de solemnidad viviendo en condiciones inconcebibles. La historia y las novelas han registrado a sangre y fuego la realidad de entonces. Si bien el salitre no se acabó, un producto sustituto convirtió los entonces bullentes pueblos de la pampa nortina en pueblos fantasmas. Las promesas de desarrollo fueron palabras que se llevó el viento.
Más recientemente, la riqueza pesquera de este mar que tranquilo nos baña, atrajo la inversión de importantes empresarios, dando origen a una importante industria pesquera. En su momento, no faltaron quienes con voz engolada anunciaban la llegada del desarrollo de la mano de este nuevo sector productivo. Los malos olores que debían sufrir los habitantes, así como los perjuicios que su actividad generaba en el sector turístico había que soportarlos. No obstante que autoridades sanitarias exigían la implementación de nuevas tecnologías que evitaran la emisión de desechos químicos al mar, así como de los olores, las empresas amenazaban con el cierre y la pérdida de la fuente laboral para cientos de trabajadores si no se les daba tiempo para la reconversión. Finalmente el cierre llegó por sobreexplotación de la especie marina y/o el desplazamiento de los cardúmenes hacia otras latitudes. De desarrollo no quedó nada, tan solo el vacío, el desempleo, la rabia por esperanzas una y otra vez frustradas.
Estas historias nos indican claramente que el descubrimiento de una riqueza natural no nos asegura nada si al frente no se dispone de un sólido aparato estatal administrado por autoridades capaces de imponer sus condiciones ante los inversionistas nacionales o internacionales que como buitres se dejan caer de inmediato. Si no se dispone de tales autoridades, mas vale que no se descubra nada.
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