Si bien a lo largo de la historia desde siempre se han presentado fenómenos reñidos con la ley o la ética, se tiene la percepción que existe un aumento de ellos. Esto puede deberse a diversos factores. Uno, que efectivamente hay más situaciones de esta naturaleza; dos, que en el pasado permanecían ocultos; tres, que tenemos una prensa más inquisidora, y por ello, están saliendo a flote más casos; y cuatro, que estemos ante una ciudadanía ejerciendo sus derechos. Probablemente una combinación de los tres primeros factores estén presentes, no así el cuarto.
Por el contrario, la ausencia del ejercicio de ciudadanía creo que es una de las causas, porque de otra forma es inexplicable la sucesión de eventos impresentables que de alguna manera nos están retratando, ya sea como actores activos o pasivos.
En la inauguración del hospital de Curepto participó medio mundo. Todos sabían que era un tongo, pero así y todo, solo más de un mes después de inaugurado, estalla el escándalo de que no estaba operativo. Todo Curepto tenía que saberlo, pero nadie dijo nada.
Recuerdo también la inauguración del tren al sur por parte de Lagos, con bombos y platillos, además de globos. Lo tuvieron andando con pinzas, hasta que poco a poco se fue cayendo, se fueron abandonando tramos. Hoy tenemos solo tren hasta Chillán.
Qué está revelando todo esto? Una relación de verticalidad, de relación con la autoridad de temor, de súbdito, de acatamiento de órdenes, de no ejercicio de la ciudadanía, de aplicar la política de “no meternos en forros”. Desgraciadamente este esquema en el que “la gente muere pollo” es el que hace posible que unos pocos hagan lo que quieran en tanto que muchos se enteran pero no hacen nada para cambiar las cosas.
En un contexto de secretismo, de oscuridad que viene de tiempos inmemoriales, de sacralización del lucro a toda costa, de ausencia de controles –o de controles que no se activan- no debiera extrañarnos la proliferación de actividades ilícitas o irregulares. El neoliberalismo rampante sin control nos está pasando la cuenta.
Es un imperativo moral cambiar este contexto por otro marcado por la participación y la transparencia. Esto es posible, no es algo que esté fuera de nuestro alcance. De nosotros depende. Participación no solo implica votar, sino que involucrarnos en nuestra vida barrial, laboral, social a través de las organizaciones correspondientes y que hoy agonizan. Nada nos perjudica más que la existencia de juntas vecinales inactivas, de sindicatos moribundos, de partidos políticos débiles.
Este es uno de los mas grandes desafíos que tenemos si no queremos que los poderosos sigan haciendo y ganando lo que quieran y los débiles sigan siendo atropellados una y otra vez.
El otro desafío es rescatar la solidaridad que se ha guardado en el baúl de los recuerdos y reemplazado por el afán de lucro sin ton ni son. Pero este es tema para otra columna.
Y olé!!... felicitaciones Sr. Schmal
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