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Foto de Marek Studzinski en Unsplash |
Es un hecho que en Chile existe
un anticomunismo inoculado a la vena, históricamente, desde los medios de
comunicación convencionales. Desafortunadamente la realidad imperante en los
países comunistas no han ayudado a disiparlo, sino todo lo contrario.
Sin perjuicio de lo señalado,
ello no basta para que si alguien desliza una crítica al comunismo, se le tilde
de anticomunista, de propagar la tesis del miedo al comunismo, de hacerse eco
del anticomunismo. Digo esto porque visualizo una fuerte propensión por parte
de quienes se identifican como comunistas a ver en quienes no lo son, como
anticomunistas.
Para partir es importante, para
evitar equívocos, responder la pregunta ¿Quiénes son anticomunistas? Son
quienes persiguen a los comunistas, por lo que piensan, por sus ideas, no
dudando en relegarlos, torturarlos, hacerlos desaparecer, asesinarlos; y anticomunistas
son también quienes protegen y respaldan a los ejecutores de estas acciones. A continuación, dos ejemplos clásicos.
Anticomunista fue Gabriel
González Videla (GGV), quien alcanzó la presidencia con el entusiasta apoyo del
partido comunista chileno (PCCH) a cuyos militantes, a poco andar, GGV no
trepidó en perseguirlos. Para ello se apoyó en la llamada “ley de defensa de la
democracia”, y cuyos detractores renombraron como la “ley maldita”. Ley
aprobada en el congreso nacional por parlamentarios del mundo de la derecha,
todos anticomunistas, y rechazada por los comunistas y quienes podríamos llamar
los “no comunistas”, destacándose entre ellos Salvador Allende, Raúl Ampuero y
Eugenio Gonzalez del Partido Socialista, y Radomiro Tomic de la Democracia Cristiana.
Fueron los no comunistas quienes apenas 10 años después, pudieron derogarla.
Anticomunista fue Augusto
Pinochet, quien persiguió, torturó y asesinó a comunistas por ser tales
buscando su exterminio. Anticomunistas son todos quienes, en palabras de
Sebastián Piñera, fueron sus cómplices pasivos haciendo la vista gorda a su
política sistemática represiva. Muchos, no comunistas, en tiempos de represión,
se la jugaron en defensa de los comunistas. Fueron no comunistas quienes apenas
fue posible, derogaron las leyes que impedían su integración a la vida política
democrática nacional.
Por ello, no deja de sorprender que a lo largo de esta campaña de primarias presidenciales, en las redes sociales exista una fuerte tendencia por parte de los adherentes a la candidatura del PCCh, a denostar a las candidaturas oponentes, calificándolos como representantes del anticomunismo, acusación que tiende a centrarse en la candidatura de Carolina Tohá por ser la más competitiva. Entre los calificativos que ha recibido gratuitamente, se incluye el de anticomunista, sin evidancia alguna.
Convertir en anticomunista a quienes no respaldan una candidatura comunista constituye todo un desvarío, dado que ignora la existencia de un amplio trecho entre el comunismo y el anticomunismo.
En lo personal no soy comunista ni anticomunista. No soy comunista, porque compartiendo muchas de sus denuncias en torno a la sociedad en que vivimos, no comparto para nada la sociedad que me propone. Y no soy anticomunista porque soy contrario a la persecución y exterminio de los comunistas por el solo hecho de serlo.
En resumen, la mirada de quienes piensan que quienes no somos comunistas, somos anticomunistas, tiene consecuencias no menores que costarán caro. De partida, no ayudan a sumar, muy por el contrario, restan, y revelan una mentalidad dual, totalitaria: o estás conmigo, o estás en contra mía. Me resisto a entrar en esta lógica.
Buen aporte en estos tiempos en que hay una degradación en el lenguaje, sobre todo en la política. Las distinciones facilitan mayor entendimiento que amplíen los horizontes de comprensión y apreciación. Aun cuando la derecha y los mismos comunistas juegan con la carta del anticomunismo, mi experiencia en Chile me ha enseñado a apreciar con mayor nitidez las virtudes y limitaciones del PC Chileno. Durante mis años en Canadá había poca presencia del PC y lo que en la década de 1930 fue un movimiento laboral socialista, estilo británico con inspiración también en el evangelio social, gradualmente tuvo que transformarse en partido social demócrata. Aunque minoría entre conservadores y liberales, en momentos de gobiernos de minoría, lograron negociar seguridad medica universal, seguridad de desempleo y un sistema estatal de pensiones. Desde la perspectiva de unos del mundo Republicano del vecino imperio, nos ven como socialistas. Impresiona cómo los sesgos limiten la compression y obstaculizan el dialogo de apreciación crítica y dialéctica tan necesario para el avance de la democracia.
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