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Foto de The Jopwell Collection en Unsplash |
Mientras más alto es el
puntaje que hemos alcanzado en las pruebas correspondientes, nuestra libertad
de elegir a la hora de postular, aumenta; y mientras más bajo sea este puntaje,
más se reduce nuestra libertad de elección.
Por lo general se
tienden a considerar como las mejores universidades aquellas que tienen más
años de acreditación y en el mayor número de áreas (docencia, investigación,
vinculación con el medio, posgrado, gestión). Casualmente son aquellas que
tienen más historia, más tradición, más años de circo. Allí hay un alma mater
consolidado. Es razonable que así sea.
Pero ojo, dentro de cada
universidad no todas las áreas del conocimiento están tratadas al más alto
nivel, estando unas más desarrolladas que otras, lo que dependerá de la
distribución del cuerpo académico y de su calificación. Por tanto, se hace
necesario indagar respecto del estado de la carrera que se quiere estudiar en aquellas
universidades que la imparten. Quienes son sus profesores, cuál es su
experiencia, qué tan conocidos son en su disciplina, su accesibilidad, su
trato. Para esto último lo ideal es conversar con los egresados y actuales
alumnos. Preguntarles qué tal es la carrera, cómo son sus profes, los
laboratorios.
Como en ningún otro
país en el mundo, lamentablemente las universidades chilenas publicitan la
cartera de carreras en oferta como quien vende un producto de consumo. La decisión
de elegir la universidad donde estudiar no es broma, no es una decisión a tomar
al voleo, sin pensar mayormente en base a la publicidad: es una decisión crucial.
No pocas universidades se vanaglorian de disponer de un cuerpo docente donde un alto porcentaje de sus profesores tienen el grado de doctor. Ojo, el grado de doctor no hace al buen docente, el grado de doctor se relaciona con el trabajo investigativo, y a la hora de los quiu, los doctores se resisten a hacer clases, privilegiando los proyectos de investigación y publicar papers. En ello se les va la vida porque al final del día se les evalúa por los papers que publican, por los fondos de investigación concursables que obtienen, no por la calidad de las clases que imparten. El ideal es contar con una plantilla de académicos capaces de reunir una alta capacidad investigativa con una alta capacidad de comunicación docente. Lo que no es fácil porque hay doctores y doctores.
Las carreras son para
formar profesionales en las distintas disciplinas para que se desempeñan en sus
respectivos campos de acción. Por ello es importante que los académicos sean
profesionales con experiencia práctica, con trabajo en terreno, que trabajan y hayan
trabajado en empresas, no solo en aula o en laboratorio, sino que donde las
papas queman. Académicos que hayan innovado en la práctica, no en el papel,
emprendedores que hayan triunfado o fracasado, que se hayan caído y levantado.
Yo tuve el privilegio de tener como profesores a pesos pesados que trabajaban
empresas tanto públicas como privadas en puestos de primera línea que dejaron
una huella indeleble en mi formación.
Hoy, vía Google, vía la
inteligencia artificial, todos quienes postulan a las universidades deben
hacerse un tiempo para hacer todas las consultas, porque en el mundo académico,
así como en todos los otros mundos, hay de todo. De otro modo corremos el
riesgo de que nos pasen gatos por liebres.
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