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Foto de Natilyn Photography en Unsplash |
A propósito de la
reciente elección de Trump y su encuentro protocolar con el presidente actual
de EEUU, Joe Biden, mi señora me expresó su esperanza de que se moderara, de
que no sería el ogro con que estaría siendo pintado, que tendería puentes con
sus opositores. Le pregunté en qué se basaba para pensar en una eventual
moderación. Su respuesta fue sencilla: “En que haya aceptado la invitación de
Biden a concurrir a la Casa Blanca, se hayan dado la mano, e inicio al proceso
de transición de un gobierno a otro de común acuerdo”.
No dejó de
sorprenderme, pero pensándolo bien, percibí que su reacción, o su esperanza,
muy probablemente sea la de muchos, particularmente de quienes no están en el
día a día de la política, de quienes no se percatan que en las lides políticas hay
poco espacio para la “buena onda”.
Le respondí que por
mi parte no tenía esperanza alguna, que Trump las tiene todas para aparcar
cualquier moderación, que por lo demás no está en su personalidad.
Los hechos, las
decisiones adoptadas configuran un cuadro opuesto, un cuadro de radicalización,
de aprovechar que tiene en su mano a la cámara de representantes, al Senado, a
la corte suprema, dado que en todas estas instituciones cuenta con las mayorías
necesarias para hacer lo que se le antoje. Y no desaprovechará esta
oportunidad. Lo prueban sus primeras designaciones de autoridades que lo
acompañarán en este período.
La experiencia de las
defecciones que tuvo en su primer período presidencial le será muy útil para rodearse
de quienes sean leales a su persona antes que al partido republicano o a
cualquier otra cosa. Recordemos que bajo su gobierno no pocos fueron
renunciando disgustados, o siendo defenestrados, por desacuerdos con sus
decisiones o con su personalidad.
¿Qué se espera que
haga Trump? Lo ha dicho sin arrugarse siquiera. En el ámbito de la política
exterior apuntará a salirse de la OTAN, dejar que Taiwán y Ucrania que se las
arreglen por su cuenta, y abandonar acuerdos en torno al cambio climático. En
materia de política interna, cerrará toda institución pública -agencias,
departamentos, etc.- relacionada con temas medioambientales, educacionales y
sanitarios, elevará los aranceles a productos importados de terceros países,
expulsará a los millones de inmigrantes ilegales que están en EEUU.
No creo que Trump se
haya postulado tan solo para tener el fuero presidencial que le permita escapar
de los procesos judiciales en que está inmerso. Postuló también para hacer todo
lo expuesto en el párrafo anterior. Y como tiene todo el poder en la mano -el
ejecutivo, el legislativo y el judicial-no tengo duda que lo hará. O que al
menos lo intentará con mucha fuerza desde el primer día. Sus primeras
nominaciones ya van en esa dirección.
Mencionaré tan solo tres
botones de muestra. Uno, la nominación de Robert Kennedy Jr. para dirigir el
Departamento de Salud. Éste no es un personaje cualquiera: es hijo de Bobby
Kennedy y sobrino de John Kennedy, ambos asesinados, el primero siendo
candidato a la presidencia, y el segundo en el ejercicio de la presidencia. Robert Kennedy Jr. es un activista antivacunas
y promotor de teorías de conspirativas y de desinformación en torno a las
vacunas, las que ha vinculado al autismo. En el año 2023 se lanza como
candidato a las elecciones presidenciales dentro del partido demócrata para
posteriormente, ante la falta de apoyo, presentarse como independiente. Y a
mediados de este año abandona la carrera presidencial para apoyar a Trump. Su
misión en el Departamento de Salud será devolver la salud al país de acuerdo al
movimiento MAHA (“Make America Healthy
Again”).
El otro botón es Elon
Musk, dueño de X, SpaceX y Tesla, a quien Trump le está confiando el Departamento de Eficiencia del
Gobierno. Éste es una suerte de ministerio en el que, en palabras de Trump, deberá
aconsejar y guiar para desmantelar la burocracia y acabar con los derroches y
las excesivas regulaciones en el ámbito público. Habrá que ver en la práctica
esto porque es un clásico de quienes postulan la necesidad de ser austeros practicando
recortes en el sector público, pero que a la hora de la verdad terminan sus
gobiernos batiendo récords de déficit público como ocurrió bajo la primera presidencia
de Trump. Existen serias dudas respecto de cómo funcionará, y cuánto durará
este tándem, Trump-Musk, porque se trata de dos multimillonarios con sus egos
por las nubes.
El último botón está
dado por Marco Rubio, hijo de inmigrantes cubanos, a quien en el año 2016 Trump
lo llamaba despectivamente “pequeño Marco”. Gracias a que el tiempo les ha
permitido vertebrar fuertes coincidencias en materias de política exterior, ahora lo designó responsable de las relaciones exteriores. Ambos son partidarios de sostener una línea dura
frente a China; terminar cuánto antes la guerra en Ucrania; confrontar con los
gobiernos de Irán, Venezuela y Cuba; y apoyar a Netanyahu en Israel.
Ya veremos si se da lo que cree y
quiere mi señora, o lo que yo creo: que hundirá a EEUU y pondrá al mundo patas
arriba.
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