Foto de T R A V E L E R G E E K en Unsplash |
La expresión "Un clavo saca otro clavo" viene de un proverbio grecolatino, utilizado por filósofos, entre ellos, Aristóteles y Cicerón, para señalar que “un nuevo amor saca al viejo amor, como un clavo a otro”. Si bien está referido a penas de amor, los medios de comunicación suelen ocuparlo en el ámbito noticioso. A continuación, van tres casos sucesivos que han llamado la atención en las últimas semanas.
Siendo por tantos años alcalde de Vitacura, una de las comunas vip del país, Raúl Torrealba, alias el Tronco, era el mandamás por excelencia. Se repitió el plato una y otra vez, gracias al voto ciudadano que renovaba su confianza en él a ojos cerrados. Hoy está en la picota, bajo el escrutinio público, acusado de corrupción por delitos de fraude por más de $760 millones, lavado de activos, asociación ilícita y delitos tributarios. En su cuenta corriente personal se han encontrado depósitos en efectivo hasta ahora no justificados, así como dinero en efectivo en su domicilio. Los mecanismos ocupados van desde la utilización de choferes municipales para efectuar depósitos bancarios e instrumentos financieros en su cuenta personal, la de su esposa y en la cuenta bipersonal que tiene con ella. El Tronco se manejaba, se la sabía por libro y todo lo hacía sin arrugarse siquiera.
No solo se llevaba plata del municipio para su casa. Su generosidad iba más allá porque también se puso con fondos municipales para campañas políticas de ChileVamos y de su sobrino Sebastián cuando postuló como diputado. Para financiar tales campañas se utilizaron lo que se llamaron “organizaciones funcionales”, tales como VitaDeportes, VitaSalud y VitaEmprende, todas del municipio de Vitacura. El partido más beneficiado con estos “aportes” era Renovación Nacional (RN), el partido del Tronco.
El clavo Torrealba pasó a segundo plano gracias a un nuevo clavo, el de un diputado de uno de los distritos de la región de la Araucanía, Miguel Mellado del cual ya hice referencia en mi última columna (leer).
Pues bien, en estos días estamos viendo que está siendo sustituido por otro clavo: el de la diputada Catalina Perez, cuya pareja, Daniel Andrade, representante de la fundación sin fines de lucro, Democracia Viva, suscribió un contrato con el SERVIU a través del Seremi de Vivienda de Antofagasta, Carlos Contreras, por un monto de $426 millones. Este contrato fue suscrito por trato directo, sin concurso alguno. La fundación obtuvo su personalidad jurídica hace poco más de un año y tiene su domicilio en Ñuñoa. No sé qué estaba haciendo en Antofagasta.
Carlos fue asesor parlamentario de la diputada durante el año 2020. El mismo día que se hizo público el contrato, Carlos renunció a su cargo. Del total asignado solo se ha rendido, hasta ahora, un 3%. No he podido conocer cuáles son los trabajos que comprometió hacer la fundación con cargo a los más de 400 millones de pesos.
Al
momento de escribir estas líneas no se ven irregularidades ni ilegalidades,
pero todo huele a impresentable, a corruptela barata entre quienes levantaban
entre sus banderas, la lucha contra la corrupción del duopolio dominante hasta
el decenio pasado. “Casualmente”, todos los involucrados son militantes de
Revolución Democrática (RD), partido integrante del Frente Amplio (FA).
Por la
boca muere el pez. La mona, por más que se vista de seda, mona queda. Habrá que
ver en qué termina esto y cuál será el clavo que saque este clavo.
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