De la noche a la mañana, Luis Alejandro Silva
Irarrázaval, el profe Silva, pasó a concentrar la atención de los medios de
comunicación por la votación alcanzada, la primera mayoría nacional con más de
700 mil votos, para ser consejero dentro del Consejo
Constitucional. Este consejo, que ha iniciado formalmente sus funciones esta semana, es
el responsable de generar un proyecto constitucional, a partir del anteproyecto
elaborado por una comisión de expertos, que será sometido a un plebiscito de
salida en el próximo mes de diciembre del presente año.
La elección del profe Silva no dejó de sorprender,
tanto porque ya había tenido dos intentos fallidos por incursionar en la arena
política –para el fracasado primer proceso constituyente donde obtuvo tan solo
4 mil votos, y como candidato a diputado por el distrito 13 donde no obtuvo más
de 8 mil votos-. La paradoja reside en que la ciudadanía endosó su confianza
para integrar una institución, como es el Consejo Constitucional, cuya tarea es
proponer una nueva constitución a quien en su campaña fue explícito en señalar
que Chile no necesita una nueva constitución.
Postura que por lo demás es la de su partido, el republicano, y que
terminó siendo el partido más votado a punto tal que logró que 22 de los suyos
estén en un Consejo Constitucional conformado por 50 consejeros. En estricto
rigor son 51, pero uno de ellos, republicano por lo demás, no asumió el cargo
de consejero por haber sido acusado de abuso sexual años atrás.
¿Quién es el profe Silva? De 45 años, es el mayor de
siete hijos, estudió en el colegio Verbo Divino, es abogado de la Pontificia
Universidad Católica (PUC) y académico universitario en el campo del Derecho
Constitucional. Desde sus tiempos mozos tuvo inquietudes religiosas que lo
hicieron pensar en ser cura, opción que no concretó. Y sus aspiraciones
políticas no son recientes, ya que siendo estudiante universitario, fue presidente del Centro de Alumnos
de Derecho en la PUC. Entonces aspiraba a “cambiar un poco la mentalidad de este país, de
mucha gente por lo menos”.
El profe Silva es un fiel miembro de Opus Dei, también
llamada La Obra, prelatura de la Iglesia Católica fundada en 1928 por Josemaría
Escrivá de Balaguer. Decidió por sí mismo ser un miembro numerario, lo que
implica ser soltero y no formar familia, con máxima disponibilidad personal
para las labores apostólicas peculiares de la prelatura del Opus Dei. Reside
en un
centro de la organización y su rol es ocuparse de las labores apostólicas,
además de formar a los demás miembros del Opus Dei. El profe
Silva se siente interpretado e interpelado por el mensaje de Josemaría Escrivá de
Balaguer sobre vivir la fe en medio de las circunstancias de cada día.
Por sus posiciones doctrinales y sociopolíticas el
Opus Dei es calificado como una organización conservadora o ultraderechista. Para
los padres y hermanos del profe Silva su decisión de incorporarse a Opus Dei no
fue fácil de aceptar, pero terminaron por respetarla, con excepción de uno de
sus hermanos, Sebastián, quien su elección como consejero constituyente la calificó
como un “peligro nacional”, lo que en cierta forma refleja un quiebre familiar.
La popularidad alcanzada por el profe Silva gracias a
su primera mayoría nacional y el alto número de consejeros obtenido por el
partido republicano le aseguraban la testera del Consejo Constituyente. Sin embargo,
con el correr de los días, sucesivas declaraciones fueron minando su opción.
La primera dice relación con los acuerdos cuando
afirmó tajantemente “¿Por qué cresta siendo mayoría tenemos que llegar a
acuerdos con la minoría? Que ellos se lo ganen, aquí es problema de ellos, no
de nosotros”. Por si no quedara clara su postura, luego remata “Yo no quiero
pasar máquina, pero aquí la apertura al acuerdo es de quien está en minoría. En
esta lógica, no le tengo miedo al desacuerdo, no tengo ningún miedo al desacuerdo”.
Podemos dialogar, conversar todo lo que quieras, pero al final del día, no se
siente en la necesidad de cesión alguna por tener la mayoría. Por más que diga
que no quiere pasar máquina, lo que postula al final del día es eso, pasar
máquina. Por la boca muere el pez.
En democracia el dialogo, la racionalidad y las
conversaciones preceden a los acuerdos, los que suponen cesiones de ambas
partes. Por eso es tan importante el equilibrio de poderes, justamente para
evitar que una de las partes pase máquina. Este fue el gran error en el proceso
constituyente anterior, donde una de las partes creyó que podía imponer lo que
quería sin considerar la postura de los oponentes. En esto el profe Silva marca
un contrapunto con la derecha tradicional al afirmar que “Para ellos dialogar es llegar a acuerdo. Para
mí, no. En democracia la regla de la mayoría está para resolver el desacuerdo”.
Con esta postura basta que la mayoría se pare en las hilachas para que no haya
acuerdo alguno e imponer su voluntad apelando a la mayoría con que cuenta,
obviando que se está ante la elaboración de un texto constitucional que debe
trascender mayorías circunstanciales.
Lo que parece haber terminado por desahuciar su opción
de encabezar el Consejo Constituyente tiene relación con su última declaración
en torno al innombrable sosteniendo que “Hay
un dejo de admiración por el hecho de que fue un estadista”. Si bien no
se declara pinochetista, agrega que “fue un hombre que supo conducir el Estado,
que supo rearmar un Estado que estaba hecho trizas”.
Posteriormente matiza sus dichos afirmando que “Lamentablemente, durante su tiempo a cargo
del gobierno ocurrieron cosas que él no podía no conocer, que habría
justificado y son atroces”. Estos hechos, a sus ojos mancharían lo que hizo por
Chile asegurando que “a 50 años del 73 debe hacerse una lectura un poco
más ponderada de su gobierno y no simplificar, con toda la gravedad que tiene,
esos 17 años a las violaciones de los derechos humanos”.
Lo que sugiere es ponderar, cotejar lo bueno con lo
malo como si fuese comparable, como si lo uno viene con lo otro, que los costos
hay que cotejarlos con los beneficios. Impresentable, pero es lo que piensa el
profe Silva, al igual que quienes están en el partido republicano. Y tras
ellos, el Opus Dei, una prelatura de una Iglesia Católica que poco tiene que
ver con aquella que con el cardenal Silva Henriquez se la jugó en defensa de
los DDHH. Cómo explicar lo inexplicable.
Solo le faltó decir que gracias al innombrable tenemos
la carretera austral, cuya construcción con personal del PEM (Programa del
Empleo Mínimo) y del POJH (Programa para la Ocupación de Jefes de Hogar)
generaron beneficios que superan con creces los costos asociados a la ejecución,
desaparición, torturas y despidos ocurridos durante su gobierno. Es como si todo
juicio al régimen nazi de Hitler debiera incluir las tremendas carreteras
construidas bajo su mandato.
Resulta claro y evidente que luego de tales
declaraciones lo mandaron guardar, particularmente su mentor, José Antonio
Kast. En efecto, éste pidió prudencia, conocimiento, preparación y
diálogo a sus consejeros constitucionales electos para no poner en riesgo su candidatura
de cara a la próxima elección presidencial. A lo anterior agregó que “lo
primero es la prudencia, no decir cosas de las que después se puedan arrepentir”.
Prudencia para no decir lo que se piensa si ello es un obstáculo para lo que se
aspira.
Para saber más sugiero leer aquí.
"Prudencia para no decir lo que se piensa si ello es un obstáculo para que se aspira", qué buena frase. Vamos a ver cómo van a sosegar el impulso de convicciones tan profundas como las que tienen. Opus Dei, Catolicismo activo, son convicciones donde no caben otras verdades. Un abrazo Rodolfo, te sigo leyendo
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