Foto de Naassom Azevedo en Unsplash |
Estas líneas van dirigidas principalmente a los jóvenes que hacen su ingreso a la educación superior. Es el momento en que deben tomar decisiones relevantes que incidirán en su futuro. Son dos las decisiones claves: qué carrera estudiar y dónde. A continuación intentaré esbozar las variables que estimo indispensables que deben evaluarse a la hora de adoptar una decisión. Veamos primero qué estudiar. Las variables a ponderarse son tres:
1) mi voluntad, qué es lo que más me gusta, cuál siento que es mi vocación, lo que me gustaría ser;
2) mis capacidades, qué me es más fácil, qué me sale naturalmente, o dicho coloquialmente “si tengo dedos para el piano”. Algo puede gustarme mucho, pero si mis capacidades no van en esa dirección, tendremos un choque de trenes. Esto no implica que no se estudie lo que más se quiere, pero si no calza con las capacidades que se tienen, debe tenerse claro que el trayecto será un tanto pedregoso, nos planteará exigencias que quizás no seamos capaces de sortear; y
3) mi futuro laboral, si lo que he decidido
estudiar existen suficientes puestos de trabajo atractivos en términos de
ambiente laboral y de remuneraciones.
El escenario ideal es que las dos primeras variables calcen, esto es, que mis capacidades están en línea con mi voluntad, con lo que quiero estudiar, y que el campo laboral que se abre es promisorio. Desgraciadamente, en la mayoría de los casos no se da esta suerte de constelación.
Soslayar la tercera variable, esto es, el mercado, la realidad
labora que se abre una vez terminados los estudios, encierra un riesgo. Terminar los estudios y percatarse que hay pocos puestos de trabajo para muchos
postulantes, y/o que los ingresos monetarios a percibir dejan mucho que desear.
El riesgo es que al final se termine amargado, frustrado. De allí la
importancia de analizar, sopesar bien lo que se habrá de estudiar.
Después viene la decisión de dónde estudiar. Lo peor es dejarse llevar por la publicidad con que en esta época suele bombardeársenos desde las distintas instituciones de educación superior. Mi sugerencia es que una vez que sepa qué estudiar, lo primero que debemos hacer es un catastro de las instituciones que ofrecen lo que queremos estudiar y conocer sus características esenciales. Idealmente visitarlas físicamente, conversar con sus estudiantes para recabar información respecto del profesorado, de la infraestructura física, tecnológica y deportiva, así como captar el alma mater, el espíritu de la que está impregnada cada institución.
Por último, conocer a quienes ya han
cursado la carrera para saber dónde están trabajando, cómo les va, qué
recuerdos tienen de sus respectivas casas de estudio.
En síntesis, me atrevería a afirmar que si se tienen en
consideración los factores señalados, la mesa estaría servida. Que les vaya
bien!
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