enero 17, 2023

¿Falta de fiscalización?

Foto de ev en Unsplash

No sin sorpresa me percato que gran parte de los problemas que plantean las personas comunes y corrientes, en su vida diaria es la falta de fiscalización, de control para todo orden de cosas. Faltarían carabineros, inspectores, fiscalizadores, guardias.

Creo que el problema está mal definido, mal identificado. La carencia de lo que se expresa no es el problema. Si así fuera, bastaría con tener más carabineros, más fiscalizadores, más guardias, más inspectores. No va por ahí la solución. Podemos llenarnos de carabineros, fiscalizadores, etc. y el problema real que se aspira resolver seguirá presente. El problema es otro.

Todo esto lo planteo porque a raíz del incremento de los accidentes e infracciones de tránsito, de la delincuencia, de los delitos, del mal estado de las calles, de las licencias médicas, de las evasiones tributarias, lo primero que pareciera venírsenos a la cabeza, es que falta fiscalización. Como si llenándonos de controladores los delitos, los accidentes e infracciones de todo orden, disminuirían sustantivamente.

De ser así, esto delataría una mentalidad autoritaria, represiva, que actuamos como se debe en la medida que tengamos encima a policías, inspectores y guardianes de todo orden. Bastaría que un carabinero se de vuelta,o no esté presente, para que la tentación de cometer alguna infracción esté a la orden del día. Actuaríamos como corresponde no por cultura, porque así debiera ser, sino porque tenemos encima un control sobre nuestras actuaciones, un control externo a nosotros mismos que nos fuerza a reprimir nuestros comportamientos, nuestras decisiones.

El tema es más profundo y tiene que ver con aspectos culturales. La respuesta más simple, más rudimentaria, más primitiva para explicar la delincuencia o cualquier otro mal que nos aflija, será la de aumentar la fiscalización, aumentar las penas. Lo que se logre limitándonos a tales medidas, a lo más es a reducir temporalmente el mal. Lo reduciremos, si es que lo logramos, por el tiempo que dure la fiscalización. Pero basta que se deje de fiscalizar y el mal resurge con fuerza.

Por ahí, en una conversación, alguien planteó ¿será la raza? Le respondí: nada que ver. Acá no hay razas, tan solo humanos. Nadie está condenado per se, sí hay distintas culturas, distintos cuerpos de ideas, de valores, los que no dependen del color de la piel.

Es imperativa una cultura, una educación que nos invite a hacer bien las cosas por la mera satisfacción, el gusto de hacerlas bien, no porque tengamos encima a un inspector o un carabinero o alguien que nos esté vigilando.

Es necesario identificar las causas de fondo de los males que nos afligen en vez de engañarnos creyendo que los resolveremos a punta de llenarnos con policías e inspectores.

2 comentarios:

  1. Anónimo4:10 a.m.

    Hola Rodolfo, desde otra perspectiva, me parece que pasamos, los más veteranos, del rigor absoluto de la dictadura, a que educar a los niños decirles que si a todo lo que quisieran, “pobrecitos, que no les pase lo que a nosotros”. Y así fue empeorando cada generación, sin límites, donde ni los padres ni ningún adulto merece respeto. Que piden ahora: el poder y las armas? Se fue de un extremo al otro, muy hábilmente manejado por algunos que saben que menos educación favorece algunas estrategias. Horrible!!!!

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  2. Anónimo5:09 p.m.

    Buen día, don Rodolfo. La falta de fiscalización es un problema generalizado, no por falta de fiscalizadores, sino por la abundancia de personas que carecen y no aspiran al desarrollo personal, esto es, como ser una persona íntegra en el más estricto sentido de la palabra. La flojera, la codicia, la desidia, el oportunismo , la envidia están a flor de piel en la gran mayoría de nosotros. Sencillamente no valoramos al otro en el ambiente en que nos toca deambular, pero si admiramos al rico, aunque interiormente sabemos que va al baño tal como lo hacemos nosotros. El robo que cometimos muchas veces pasa a ser un bastón psicológico más que una necesidad, y llega a ser una conducta en que caemos habitualmente, si hay oportunidades. No sentimos hermandad entre desconocidos ni respeto por personas fuera de nuestro círculo de amigos. Además, hay que reconocer, hay algunas personas que sencillamente pueden estar desesperadas, con frío y hambre, y con pequeños que proteger y alimentar. A nivel nacional, tenemos que estar dispuestos a fomentar y apoyar albergues y la ayuda necesaria para que estas personas puedan proyectarse en el futuro y llegar a una mejor situación. Y, curioso que la persona en situación de calle es la menos propensa a robarte. Este grupo nunca es la fuente del problema.  El problema está en el egoísmo extremo de la gran mayoría de personas adineradas, que también roban y además, se oponen a políticas de estado y programas sociales que intentan respaldar a los menos privilegiados y desposeídos. Y para los niños y adolescentes de la clase media y baja, habría que tener conversaciones que tocan el tema, como otros, que lo profundicen de acuerdo con la edad. Claro, si esos padres roban, es probable que esos niños ya lo están haciendo. Lo de las drogas es problema aparte. 

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