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Cuando nos vimos no podíamos creerlo. Estaban igual que
siempre, incluso más jóvenes. Ellos también nos vieron más jóvenes. No les
creímos y ellos tampoco. Frases de buena crianza. Intentamos ponernos al día. A
ella, buena lectora de libros le conté que estaba leyendo un libro, Patria, de
Fernando Aramburu. Me dijo que no lo había leído, aunque había escuchado de él.
Seguro, en materia de libros nadie le gana, se los devora. No recuerdo si me
dijo cuál libro estaba leyendo.
Sí recuerdo que me preguntó qué me parecía el gobierno de
Boric. Cada vez que nos vemos le gusta picanearme políticamente. Viene de una
familia política, de armas tomar y no se anda con chicas. Sabe lo que pienso y
para darle en el gusto, o no abrir camorra, le dije que desgraciadamente lo
veía mal. Que así como el caso Caval fue el comienzo del fin del gobierno de Michelle
II, el estallido social lo fue para el gobierno de Piñera II, ahora lo fue el
resultado del reciente plebiscito de salida para el gobierno de Boric.
Hicimos recuerdos de viejos tiempos y reíamos a carcajadas
con las anécdotas vividas, con los inolvidables paseos que hacíamos, con el fin
de año que pasamos juntos en Viña, con su casa en Viña, la de 8 Norte, siempre
soplada, minimalista, feng sui, impecable, amplia. Me habló pestes de cómo está
Viña, insoportable, no se puede vivir ya. Ella es así, sin medias tintas. No quise
preguntarle por la alcaldesa Ripamonti porque ahí ya no pararía. Extraña a la
Reginatto. Sigue con su yoga de arriba para abajo. Nada nuevo bajo el sol.
Le pregunté por los niños y ellos nos preguntaron por los
míos. Le pregunté por el mayor, casado o
emparejado con La Dehesa, diseñador; por quien vive o vivía en San Pedro
de Atacama, quien se casó a todo trapo y en un dos por tres tuvo a su hija, la
niña de los ojos de sus abuelos; por quien fuera capo de las matemáticas desde
que tiene uso de razón; por el fanático de los coches, que se conoce al revés y
al derecho todas las marcas y que ya ha dado la vuelta al mundo al menos una
vez; y por la regalona, la menor, la surfista, deportista, gastrónoma.
Su marido, quien fuera mi jefe en poco más de un lustro, solo
atinaba a escucharnos, mirarnos y sonreir. De repente metía la cuchara. Le pregunté
por sus malos pasos. Le gusta subir escaleras. De director de Escuela pasó a ser
decano de Facultad, y de acá a Vicerrector de Universidad. Hasta acá era lo que
sabía, pero como han pasado años que no le veía, lo más probable que ahora
fueses rector de alguna universidad. Con su sonrisa habitual, socarrona,
optimista, me dijo que no era para tanto. Que seguía como vice, allá en el norte,
lleno de proyectos, feliz de la vida.
Y me preguntó por la carrera de acá, la que creó, impulsó, le
dio su sello, que dejó andando. Le tuve que decir que andaba a mal traer. Que las
postulaciones estaban decayendo año a año, que al interior de la escuela las
relaciones están como las pelotas, que el director que trajeron del norte no da
el ancho, no atina, parece que solo vino a calentar el asiento. No pasa nada.
Un rictus amargo emergió en su cara.
Le dije que hubo un momento en que me preguntaron cómo estaba
quien fuera el primer director de la carrera y si tendría sentido sondearlo
para resucitarla. Su esposa, que estaba al cateo de la conversación, que no se
pierde una, saltó de su asiento y taxativamente dijo: “a Talca no vuelvo ni
cagando”. Y mirándolo fijamente a los ojos agregó: “O Talca o yo”. Él tan solo se
encogió de hombros y solo atinamos a reírnos condescendientemente. Yo tenía
claro que no había posibilidad alguna, que lo pasado, pisado está, como gusta
decir a mi mujer. Yo tiendo más a querer repetir buenos momentos.
No nos dimos cuenta como el tiempo se nos fue volando cuando
ya tenían que irse. Nos despedimos ¡hasta la próxima, un abrazo!
Entretenido relato, franco, lo disfruté
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