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Un gran amigo sureño y
nortino al mismo tiempo, porque nació en el sur, pero vive en el norte
cautivado por una ariqueña, ha dicho que se cumple una regla eterna. Aquella
que nos dice que los más dialogantes son quienes tienen poco poder y viceversa:
quienes tienen todo el poder no dialogan jamás.
Agrega este amigo y
sempiterno optimista, a quien no le entran balas, a propósito de la convención
constitucional, que actualmente en Chile el poder estaría bastante repartido, y
que por lo mismo todos estarían obligados al diálogo! Remata afirmando que “ya
saben lo que pasa si no lo hacen!”.
Resulta fácil constatar
que quienes tienen todo el poder, o creen tenerlo, son reacios a dialogar. La
tendencia a hacer uso y abuso del poder disponible, invita a no dialogar. Este
poder se puede expresar en múltiples formas. Ya sea en términos económicos, con
una buena billetera en mano; en términos militares, poniendo sobre la mesa el
arsenal disponible; en términos socioculturales, exponiendo las credenciales académico-profesionales;
y en términos políticos, aludiendo a respaldos electorales.
Tenemos a mano lo que ha
ocurrido en la órbita sindical. Desde la década de los 70 el factor trabajo ha
ido perdiendo terreno en favor del factor capital, cuyo poder desde entonces se
ha vuelto incontrarrestable. Todo lo contrario de lo que venía ocurriendo hasta
entonces, cuando el factor trabajo iba aumentando lenta pero progresivamente su
peso en la sociedad y en el mundo de la empresa de la mano de los colegios
profesionales y de los sindicatos. De la mano de Reagan, Tatcher y el
innombrable, junto al desarrollo científico-tecnológico, el poder empresarial
terminó aplastando el poder sindical a punto tal que ha horadado al mundo
político. Es así como el grueso de quienes conforman el congreso actual,
provienen del mundo empresarial antes que del sindical. Esta falta de
equilibrio ha limitado la posibilidad de diálogo no solo desde el advenimiento
de la democracia, sino que desde los albores de la república.
Todo esto se ha visto
puesto en jaque desde la explosión social,
la que forzó al mundo político para llevar a cabo una convención que se
haga responsable de elaborar una nueva constitución. Y a la hora de la elección
de convencionales surgió un caleidoscopio de personajes nunca antes visto que
ha dejado en ascuas a las élites que habitualmente han detentado el poder.
Hoy se tiene una
convención que no deja de sorprender, con personajes que provienen de los más
diversos mundos, la mayoría desconocidos para quienes históricamente han
detentado el poder. Sorprende porque estamos ante una convención donde el
diálogo se hace inevitable porque nadie tiene el poder de imponerse sobre
otros. Y allí donde hay equilibrio de poderes, el diálogo, la concesión mutua,
se hace imposible de esquivar.
No es un camino fácil ni
rápido, está lleno de obstáculos, de espinas, pero que necesariamente debemos
recorrer si queremos alcanzar la paz social, requisito insoslayable para
emprender el camino hacia un verdadero desarrollo, sostenible, en el que todos
seamos partícipes.
Lo que estamos
observando, no solo en la convención, sino en la conformación del nuevo
gobierno y del nuevo congreso, es una suerte de redistribución del poder que da
cuenta de una nueva realidad, tanto política, económica, como cultural. Estamos
ante un poder más distribuido, el que facilita el diálogo, a diferencia de un
poder concentrado en una élite que inhibe, imposibilita el diálogo.
La derecha ha solido tener el sartén por el mango, así como hoy siente que no lo tiene, y por lo mismo pone el grito en el cielo; y desde la izquierda no pocos creen tener ahora el sartén por el mango, y no le faltan ganas de freir a la derecha en ella (leer acá). De lo que se trata es que nadie pueda hacer lo que se le antoje con su contrincante, y para eso es clave que el poder esté altamente distribuido.
Concuerdo con usted en que de ahora en adelante las decisiones se deberán tomar a través del diálogo...
ResponderBorrarYa no mas decisiones entre cuatro paredes, que beneficien sólo a algunos pocos.
Chile y sus regiones necesitan descentralización!
CG.
Buen análisis y lo comparto en su mayoría.
ResponderBorrarEs verdad que el diálogo en la CC es inevitable si se desea una Constitución del siglo XXI, pero lamentablemente hay un grupo, no sé si pequeño o no, que su afán es revanchista esa postura no conduce a nada. Ojalá que los constituyentes reflexionen y logren un buen trabajo.