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Llegó el día de la segunda vuelta, y mañana será otro día en el que se sabrá quién es el nuevo presidente de Chile, y si ganó por mucho o poco, si todo se lleva con la normalidad y eficiencia a la que estamos acostumbrados. Se da vuelta la página. La vida continúa y habrá que volver cada uno a lo suyo. A lo largo de estas últimas semanas se han quemado los últimos cartuchos en aras de la victoria final. Una victoria marcada por la presencia de una campaña sin precedentes en Chile a través de las redes sociales, centrada en ataques personales y donde se han estado agitando fantasmas por la vía de mentiras, mediasverdades, o insinuaciones sin que nadie se haga responsable de ellas.
La elección tiene lugar en este contexto del todo
vale, con uso de toda clase de recursos psicológicos destinados a perforar el subconsciente
de las personas. Como si se tratara de vender a toda costa un producto que no
necesitamos, en este caso, un candidato en particular. El ambiente es tal que
inevitablemente dificulta, obnubila la capacidad para que la decisión de voto
sea fruto de una reflexión pausada, objetiva, sin caricaturas, libre de
presiones.
En este marco, la democracia parece estar en
entredicho más que nunca. Si bien siempre ha tenido limitaciones, hoy los
medios de comunicación tradicionales -prensa escrita y audiovisual-, se
encuentran absolutamente sobrepasados por las redes sociales en su capacidad de
difusión y distorsión de la información.
No obstante los sesgos de los medios de comunicación convencionales por
parte de quienes los controlan, al menos informan desde las reglas del
periodismo, no desde el anonimato, sino que con nombres y apellidos asumiendo
la responsabilidad de lo que transmiten. No es llegar y desparramar cualquier
cosa como ha estado ocurriendo a través de las redes sociales, especialmente
vía twitter, facebook y whatsapp.
No se trata de un fenómeno exclusivo chileno, puesto
que se ha estado viendo a nivel mundial, y cuyo portaestandarte fue Trump cuando
triunfó en USA con el apoyo de servicios de espionaje ruso. A Trump lo siguió
Bolsonaro en Brasil, sacando de carrera
a Lula en base a la decisión de un juez, Moro, quien después fue premiado como
ministro de justicia.
Uno habría esperado que con las redes sociales la
democracia se vería fortalecida por facilitar a la población el acceso a la
información. Sin embargo estamos observando un fenómeno contrario: que la
democracia esté siendo puesta en jaque debido a un uso malicioso de las redes
sociales que tiende a polarizar, a extremar las posiciones, a distorsionar el
análisis desapasionado, racional de la realidad.
Y es más que probable que esta influencia de las
redes sociales, donde se puede amplificar, difamar y desparramar a diestra y
siniestra cualquier barbaridad sin costo alguno, incida en no menor medida en
el resultado electoral. Ya se sabe que existen verdaderas fábricas de
producción de imágenes, videos y mensajes que encierran flagrantes mentiras o
mediasverdades ocupando, sin escrúpulos, los portentosos avances que la inteligencia
artificial y la minería de datos ofrecen.
El día después de toda esta campaña electoral estará
marcado por quien emergerá como ganador en las urnas, por la claridad y
contundencia del triunfo, así como por la normalidad con que se haya
desarrollado la elección. Salvo que uno de los contendores obtenga un triunfo
arrollador, lo que no se espera, los actuales niveles de incertidumbre, de
polarización y de conflictividad, difícilmente amainarán.
Si nos basamos en los antecedentes de los
candidatos y de los programas que les acompañan, el triunfo es abrumador, entre
5 y 10 puntos de diferencia y el ganador es Boric, pocas dudas caben que se procurará
transformar el modelo de sociedad en que nos encontramos y la convención para
el cambio constitucional verá estimulado su trabajo.
Por el contrario, si quien triunfa es Kast, y lo
hace contundentemente, se buscará consolidar el modelo de sociedad que tenemos
y la convención constitucional verá constreñido su trabajo a la nueva realidad
del mapa electoral que se ha configurado.
Si el triunfo es ajustado, por menos de 5 puntos, con
un alto nivel de abstención y una alta proporción de votos blancos y nulos, se
corre el riesgo de bloqueo, lo que tendería a paralizar todo lo que se quiera
realizar, lo que puede conducirnos a una crisis que conlleve a una salida no
institucional. Esto se vería reforzado por tener un nuevo parlamento donde las
fuerzas en juego están “empatadas”, signo del nivel de fractura que embarga a
la sociedad chilena. Bloqueo, empate, crisis, parálisis, que debiera invitar a
hacer un alto en el camino para abrirse a un clima de entendimiento que en este
minuto no se visualiza.
El día después, la bolsa de valores y el dólar
batirán records en una u otra dirección según quien sea electo. Si gana uno, la
euforia se apoderará de unos, y el desencanto, la decepción de los otros, si
gana el otro. Los movimientos sociales reaccionarán en una u otra dirección, quizás
no el día después, sino que en el mediano plazo.
El día después los triunfadores celebrarán mientras
los perdedores lamerán las heridas de su derrota, olvidando que las derrotas
enseñan mucho más que los triunfos. Los ganadores lanzarán frases de buena
crianza que el tiempo dirá si son genuinas.
En síntesis, si no hay un triunfo claro de uno u otro candidato, el día después seguirá nublado, incierto, y el país continuará fracturado mientras sigamos dándonos patadas en las canillas y no nos abramos a ponernos en los zapatos del otro.
Me atrevo a pronosticar que gana kast con un 53.8%...
ResponderBorrarNo lo descarto!
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