Por estos días se estaría aprobando que los afiliados a las AFP puedan sacar un segundo 10% de sus fondos previsionales. Las razones que sus impulsores aducen se centran en las dificultades que atraviesa la población con motivo de la pandemia y la insuficiente respuesta desde el gobierno para socorrer a quienes se han visto más afectados por la pérdida de sus trabajos y/o la baja de sus ingresos.
Los parlamentarios que han promovido esta iniciativa al
momento de aprobarse el primer 10% celebraron como si de un triunfo se tratara.
Que para resolver un problema actual haya tenido que hipotecar el futuro para
enfrentar el presente constituye todo un fracaso para el país, los
trabajadores, el gobierno, el parlamento y el sistema de las AFP. Por lo mismo,
más que un triunfo es una derrota.
Para el país porque entra en una espiral que nadie sabe cómo
terminará. Desgraciadamente la historia, la experiencia señala que por esos
derroteros los perdedores son los más débiles, los de abajo. Es un fracaso para
los trabajadores porque para resolver sus acuciantes compromisos actuales no
tienen más alternativa que recurrir a sus propios escasos fondos previsionales
que se asumen reservados para su vejez.
Para el gobierno porque sus políticas han sido absolutamente
insuficientes, por más que traigan a colación cifras que den cuenta del “gran
esfuerzo” llevado a cabo. La percepción ciudadana es otra, y ello queda
ilustrado con el simple hecho de que parlamentarios de la propia coalición
gobernante se han sumado a la opción de extraer el 10%. Es un fracaso del
parlamento y de los partidos políticos por su incapacidad para forzar al
gobierno a adoptar acciones conducentes a que las familias puedan sortear la
pandemia sin que tengan que recurrir a sus propios ahorros previsionales.
Y para las AFP constituye un fracaso por su incapacidad para
legitimarse, a lo largo de sus cuatro décadas de existencia. Creadas en tiempos
del innombrable, entre cuatro paredes y a espaldas de la gente, cayeron presas
de sus propias promesas al asegurar al momento de la creación del sistema que
otorgarían pensiones equivalentes entre el 70% al 100% del sueldo en el
presente año. Previsiones que no se han cumplido en absoluto por los más
diversos motivos: mayor esperanza de vida, discontinuidades laborales, bajos
sueldos. Sin embargo, todas estas razones eran totalmente esperables salvo que
en su momento se haya supuesto que la esperanza de vida no aumentaría, que las
personas no tendrían períodos sin cotizar, y que los sueldos serían altos. Todo
un engaño que se confirma al constatar que el mundo de las FFAA y Carabineros
se excluyó del sistema que prometió lo que no debió prometer.
Quizás lo único positivo de todo esto, es que finalmente, emerja
un sistema previsional obligatorio de carácter público que exprese un espíritu de
solidaridad junto con uno voluntario de carácter privado que dé cuenta del esfuerzo individual.
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