A raíz de los saqueos, actos vandálicos,
destrucción de bienes públicos y privados, que han ido en ascenso, el
presidente de la república decidió salir en escena, flanqueado por su flamante
ministro del interior y la nueva vocera, para anunciar la búsqueda inmediata de 3 acuerdos: por la
paz, la justicia y una nueva constitución. El anuncio de la cadena nacional generó
expectativas a la luz del clima de convulsión social imperante que ha sembrado
inquietud y conmocionado a la opinión pública.
Tras las bambalinas las especulaciones en
torno a las medidas a adoptar se hicieron sentir y crecieron a medida que a la
hora programada el podio presidencial permanecía vacío. En particular la de
volver a imponer el estado de emergencia
nacional, lo que implicaría que las FFAA retomarían el control del orden
público al verse sobrepasados los carabineros y sus fuerzas especiales como lo
muestran los videos caseros y no caseros que han circulado profusamente en las
redes sociales. Según el origen de tales videos se muestra que las fuerzas
responsables del mantenimiento del orden público –carabineros y fuerzas
especiales- o no estaban donde debían estar, o estaban acorralados por turbas
sin capacidad de defensa, o estaban incurriendo en manifiestos excesos de
acuerdo a las circunstancias en que se encontraban quienes eran perseguidos o
aprehendidos. Los muertos y la cantidad de lesionados de distinto orden así lo
ilustra.
Finalmente el presidente optó por reforzar
carabineros con nuevos contingentes y apelar a la búsqueda de acuerdos
conducentes a reducir la tensión social que se está viviendo, y que a no pocos
hacen recordar el período pregolpe del 73.
Quedan en el tintero las razones por las que
se descartó la opción de reinsertar a las FFAA en la responsabilidad de
resguardar el orden público. Unos afirman que Piñera prefirió no inmiscuir
nuevamente a las FFAA por el manifiesto rechazo que generó cuando así lo hizo
al iniciarse el conflicto y asumir que el país estaba en guerra. Rechazo que se
extendió a nivel internacional por sus consecuencias en materia de las
violaciones a los derechos humanos desatadas en el período. Otros afirman que
las FFAA rechazaron la petición presidencial porque estimaban que no podían
hacerlo con “las manos atadas”, esto es, sujeto a las restricciones que impone
la legislación en materia de DDHH. O sea, estaban dispuestos en la medida que
pudiesen actuar con “las manos libres”, sin
limitaciones.
De ser cierta esta versión, es particularmente
grave porque supondría una insubordinación a una orden presidencial, habida
cuenta que en toda democracia que se precie de tal, se asume una total
subordinación del poder militar al poder político.
Simultáneamente, en Bolivia, país vecino de Chile,
su presidente Evo decide renunciar luego de una sugerencia del comandante en
jefe de las FFAA, de un levantamiento de las fuerzas policiales y de que los
seguidores de Evo, así como autoridades de su gobierno fuesen hostigados
físicamente.
Por los más disímiles factores, la convulsión
parece instalarse más allá de las fronteras de cada país. Los movimientos que
tienen lugar giran en torno al tándem a favor o en contra del modelo económico,
político, social neoliberal dominante. En América Latina es difícil encontrar
algún país que escape a esta disyuntiva.
Relevante es la construcción de una nueva
constitución, así como el de la asamblea constituyente dado que se considera
que la actual constitución, fraguada entre cuatro paredes y en plena dictadura,
es la responsable de un modelo de sociedad marcado por los privilegios, el abuso, la corrupción
y la desigualdad. No obstante ello, el tema constitucional siendo necesario, no
es suficiente para aplacar un movimiento social desbordado. Hoy por hoy, el
tema crucial, en el corto plazo, para descomprimir el actual estado de cosas, es
el de la paz social basada en un paquete de medidas contra todo tipo de abusos,
punto en el que es imperativo un acuerdo. Son los persistentes abusos a lo
largo de los años, los que han desatado la rabia, la cólera social.
De lo contrario, y de persistir las
condiciones actuales, no se puede descartar una intervención militar o
cívico-militar, aún más, pasaría a la categoría de inevitable. Quienes vivimos
el período pregolpe del 73, el golpe propiamente tal, y lo que sobrevino
después, sabemos que esto no es un juego. Que todo puede ser peor, incluso para
los de más abajo. El país no resiste más saqueos de ningún orden, ni más actos
vandálicos. Tampoco resiste más muertos
ni más mutilados.
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