noviembre 13, 2019

Explosión social en Chile: la necesidad de un alto en el camino

A raíz de los saqueos, actos vandálicos, destrucción de bienes públicos y privados, que han ido en ascenso, el presidente de la república decidió salir en escena, flanqueado por su flamante ministro del interior y la nueva vocera, para anunciar  la búsqueda inmediata de 3 acuerdos: por la paz, la justicia y una nueva constitución. El anuncio de la cadena nacional generó expectativas a la luz del clima de convulsión social imperante que ha sembrado inquietud y conmocionado a la opinión pública.

Tras las bambalinas las especulaciones en torno a las medidas a adoptar se hicieron sentir y crecieron a medida que a la hora programada el podio presidencial permanecía vacío. En particular la de volver  a imponer el estado de emergencia nacional, lo que implicaría que las FFAA retomarían el control del orden público al verse sobrepasados los carabineros y sus fuerzas especiales como lo muestran los videos caseros y no caseros que han circulado profusamente en las redes sociales. Según el origen de tales videos se muestra que las fuerzas responsables del mantenimiento del orden público –carabineros y fuerzas especiales- o no estaban donde debían estar, o estaban acorralados por turbas sin capacidad de defensa, o estaban incurriendo en manifiestos excesos de acuerdo a las circunstancias en que se encontraban quienes eran perseguidos o aprehendidos. Los muertos y la cantidad de lesionados de distinto orden así lo ilustra.

Finalmente el presidente optó por reforzar carabineros con nuevos contingentes y apelar a la búsqueda de acuerdos conducentes a reducir la tensión social que se está viviendo, y que a no pocos hacen recordar el período pregolpe del 73.

Quedan en el tintero las razones por las que se descartó la opción de reinsertar a las FFAA en la responsabilidad de resguardar el orden público. Unos afirman que Piñera prefirió no inmiscuir nuevamente a las FFAA por el manifiesto rechazo que generó cuando así lo hizo al iniciarse el conflicto y asumir que el país estaba en guerra. Rechazo que se extendió a nivel internacional por sus consecuencias en materia de las violaciones a los derechos humanos desatadas en el período. Otros afirman que las FFAA rechazaron la petición presidencial porque estimaban que no podían hacerlo con “las manos atadas”, esto es, sujeto a las restricciones que impone la legislación en materia de DDHH. O sea, estaban dispuestos en la medida que pudiesen actuar con “las manos libres”, sin  limitaciones.

De ser cierta esta versión, es particularmente grave porque supondría una insubordinación a una orden presidencial, habida cuenta que en toda democracia que se precie de tal, se asume una total subordinación del poder militar al poder político.

Simultáneamente, en Bolivia, país vecino de Chile, su presidente Evo decide renunciar luego de una sugerencia del comandante en jefe de las FFAA, de un levantamiento de las fuerzas policiales y de que los seguidores de Evo, así como autoridades de su gobierno fuesen hostigados físicamente.

Por los más disímiles factores, la convulsión parece instalarse más allá de las fronteras de cada país. Los movimientos que tienen lugar giran en torno al tándem a favor o en contra del modelo económico, político, social neoliberal dominante. En América Latina es difícil encontrar algún país que escape a esta disyuntiva.

Relevante es la construcción de una nueva constitución, así como el de la asamblea constituyente dado que se considera que la actual constitución, fraguada entre cuatro paredes y en plena dictadura, es la responsable de un modelo de sociedad marcado por los privilegios, el abuso, la corrupción y la desigualdad. No obstante ello, el tema constitucional siendo necesario, no es suficiente para aplacar un movimiento social desbordado. Hoy por hoy, el tema crucial, en el corto plazo, para descomprimir el actual estado de cosas, es el de la paz social basada en un paquete de medidas contra todo tipo de abusos, punto en el que es imperativo un acuerdo. Son los persistentes abusos a lo largo de los años, los que han desatado la rabia, la cólera social.

De lo contrario, y de persistir las condiciones actuales, no se puede descartar una intervención militar o cívico-militar, aún más, pasaría a la categoría de inevitable. Quienes vivimos el período pregolpe del 73, el golpe propiamente tal, y lo que sobrevino después, sabemos que esto no es un juego. Que todo puede ser peor, incluso para los de más abajo. El país no resiste más saqueos de ningún orden, ni más actos vandálicos. Tampoco resiste  más muertos ni más mutilados.

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