Lo que ocurre en Venezuela me ha hecho recordar el período previo al golpe, cuando Radomiro Tomic, en julio de 1973, afirmó que Chile marchaba al abismo. Tiempo en el que los principales actores afirmaban querer evitar que se consumara la tragedia, pero no hacían otra cosa más que empujar o encaminarse aceleradamente hacia ella, incapaces de prever las consecuencias.
Existen momentos críticos en la vida de las naciones. Venezuela vive uno de ellos. Para unos, como consecuencia de un gobierno nefasto que ha caído en un nivel de corrupción vergonzoso bajo las banderas de un socialismo bolivariano. Banderas que no ha hecho otra cosa que desprestigiarlas, arrastrando consigo la división de la izquierda a nivel mundial. Para otros, como consecuencia de la presión e intervención norteamericana reforzada por los países de Colombia y Brasil, amén de otros países, entre ellos, Chile.
Hace rato que Maduro y su gobierno se están cayendo a pedazos, más por sus propios errores y por sus políticas asistencialistas basadas en la disponibilidad de sus recursos petroleros. Si bien la crisis viene de antes, la baja del precio del petróleo terminó por destaparla. La reciente y desembozada presión e intervención externa, liderada por EEUU, no ha hecho más que agudizar, reforzar el descontento ciudadano, la crisis humanitaria que han estado viviendo los venezolanos, así como la emigración de sus mejores hombres y mujeres en busca de un mejor destino.
El caos es tal que hoy se tienen dos presidentes, Maduro y Guaidó. Este último, presidente de la Asamblea Nacional, el parlamento venezolano. Guaidó, que era un perfecto desconocido hasta hace poco, milita en el partido Voluntad Popular, un partido derechista liderado por Leopoldo López, quien se encuentra encarcelado por el gobierno de Maduro.
Si bien a Guaidó recién se le conoce, su verbo, su discurso, delata una formación por más de 10 años en los think tanks norteamericanos y europeos del mundo de la derecha. Su aparición ha sido providencial, logrando lo que por décadas no había logrado la oposición venezolana: galvanizarla, unificarla.
No cabe duda que así como Maduro es el hombre de Cuba en Venezuela, Guaidó es el de los EEUU de Trump y de los países que tocan las mismas teclas.
Lo que viene es un misterio. Solo sé que todo apunta a que Venezuela está adportas del fin de una etapa y el inicio de otra. Los escenarios más probables que visualizo para este quiebre, son:
(1) Las FFAA venezolanas le retiran el apoyo a Maduro, trayendo como consecuencia su caída, el inicio de un gobierno de transición encabezado por Guaidó para una suerte de restauración nacional con apoyo internacional y convocar a elecciones presidenciales inmediatas.
(2) Un quiebre en las FFAA que de origen a una guerra civil.
(3) Una intervención militar norteamericana a través de terceros países (fundamentalmente Colombia y Brasil) que de origen a una guerra entre las FFAA de Venezuela y las de terceros países.
(4) Un acuerdo para elecciones presidenciales y parlamentarias al más breve plazo bajo la supervisión de la OEA y de las Naciones Unidas.
El problema de fondo reside en la existencia de un grupo mafioso que se ha apoderado del Estado que intenta legitimarse a nombre de la izquierda o utilizando su lenguaje.
Este último, que en mi opinión es el más deseable, creo que es el menos probable. Veo a Maduro contra las cuerdas y a Guaidó envalentonado con el respaldo de EEUU, por lo que este último ya no estaría interesado en acuerdo alguno en la confianza de que las FFAA terminen por quitarle su apoyo a Maduro. Si hay una cosa clara, es que basta que las FFAA le quiten el piso para que Maduro caiga.
Visualizando como muy difícil un acuerdo a estas alturas del partido, lo ideal es que las FFAA venezolanas retiraran su apoyo a Maduro, lo que no veo fácil porque están capturadas por la corrupción y el narcotráfico. Guaidó y EEUU los está tentando con amnistías para que ello ocurra.
Desafortunadamente los escenarios más probables son los menos deseables, los escenarios de quiebre y de intervención militar externa. Los principales actores parecen empujar en esa dirección.
En cualquier caso, el vía crucis de Venezuela tiene para rato porque estamos ante un Estado fallido donde ya nada funciona. Triste destino para un país que lo tiene todo para no estar como está.
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