febrero 21, 2019

Jugando con fuego

Por estos días la atención se centra en Venezuela, país que atraviesa una crisis de proporciones tal que paradójicamente está dando origen a una competencia de conciertos musicales a uno y otro lado de la frontera con Colombia.

Los gobiernos que respaldan a la oposición venezolana, hoy encabezada por Guaidó, invocan razones humanitarias para llevar una ayuda que el gobierno de Maduro rechaza tajantemente por considerarla una flagrante intervención foránea destinada a derrocarlo y que no está dispuesto a tolerar.

La crisis venezolana se expresa en una crónica escasez de alimentos y medicamentos motivada, según la oposición, por el gobierno de Maduro y sus secuaces, el alto mando de las Fuerzas Armadas Bolivarianas. Según los gobernantes, por la descarada intervención extranjera encabezada por el gobierno estadounidense de Trump y los gobiernos títere latinoamericanos que lo acompañan, entre ellos Chile.

La crisis se da en un país caracterizado por la posesión de recursos petroleros, la que debiera ser fuente de riqueza para sus habitantes. Sin embargo, por el contrario, ha sido fuente de desgracia, ya sea por el apetito que despierta a nivel internacional, como por la catarata de corrupción que ha generado en los sucesivos gobiernos que ha tenido hasta la fecha. Deben ser contados con los dedos de la mano los gobiernos que se han librado de caer en tentación. El gobierno de Chávez, antecesor del de Maduro, emergió como resultado de la corrupción reinante, la que en vez de reducirse en estas décadas, se ha visto multiplicado. Por eso, ojo con quienes hacen gárgaras con los combates contra la corrupción.

Lo concreto es que hoy por hoy, el país se encuentra en una escalada acciones y amenazas que se sabe cómo empiezan, pero no cómo terminarán. Las especulaciones están a la orden del día. Esta semana se está en la fase de los conciertos, y ojalá quedara en eso. Sin embargo, tras ellos están los mercaderes de las armas, quienes se soban las manos esperando el menor chispazo para que se desate la guerra real. Que tengan lugar dos conciertos a uno y otro lado de la frontera, no deja de ser una provocación que nada bueno permite presagiar. De momento hay violencia implícita, la que en cualquier momento puede desembocar en violencia explícita. De lado y lado se está jugando con fuego, con los medios de comunicación atizándolo, tanto al interior de Venezuela como en el exterior.

Hasta la fecha, América Latina, con todos sus problemas ha sido un oasis en el contexto mundial al ser capaz de sustraerse a guerras entre nuestros países, como ha ocurrido en Asia, África y Europa en el último siglo.

Más que nunca necesitamos paz, no violencia activa, desarmarnos. Es hora de dejar de jugar a una guerra por intereses de que no son nuestros y en la que quienes ganen no seremos nosotros. Al que le venga el sayo, que se lo ponga.

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