enero 10, 2019

El sueño de un pibe de 70 años (parte 3 y final)

En su momento prometí compartir algunas reflexiones en torno a mi reciente primera experiencia periodística rentada y que ya di a conocer en columnas anteriores (ver parte 1 y parte 2). Una experiencia muy positiva que se tradujo en 6 columnas en torno a la biotecnología en la agricultura, en entrevistas radiales y televisivas a los invitados nacionales e internacionales al workshop, y en una nota final.

Una primera reflexión señala que cuando estás relajado, sin apremios, sin apuros, sin mayores necesidades, parecen llegar oportunidades que suelen ser esquivas cuando más las necesitas. Quizá por lo mismo. Cuando estás necesitado, la tensión, el apremio, por algún lado se transmite. No basta con posar, con hacer ejercicios de relajación, con recetas ni nada por el estilo. Hay que ser como se es y no otra cosa. Tratar de simular suele no resultar. Debo puntualizar que esto no necesariamente es cierto siempre. No faltan quienes deben estar necesitados, tensionados, apremiados, para ver y aprovechar oportunidades. Incluso más, en uno mismo pueden darse que en distintos momentos de la vida la necesidad, la tensión sea el motor que ponga en acción las capacidades que tenemos. No conozco ley escrita al respecto.

Dos, cuando me llegó el momento de postular a la universidad quería estudiar periodismo o arqueología. Sin embargo, en mi casa la respuesta fue negativa porque no querían muertos de hambre en la familia!!!! Así de simple. Hoy una respuesta de este tenor es impensable, pero en esos tiempos era bastante común. Pregunté: ¿entonces qué estudio? La respuesta fue categórica: ingeniería. El horno no estaba para bollos, así que eso estudié. Pero como el agua que se escurre por algún lado, mi interés por el periodismo se ha estado expresando, ya por màs de 45 años, escribiendo columnas o papers, y ahora con esta oferta laboral periodística caída del cielo que me dejó viendo estrellas.

Tres, toda mi vida ha sido como pisando huevos hasta que colgué los guantes. Mi primer trabajo lo perdí por el golpe del 73. Trabajaba en el Banco Central de Chile en una unidad responsable del control de divisas. Me echaron sin preguntarme nada, simplemente suprimieron la unidad en que trabajaba porque de inmediato se implementó una nueva política económica y los dólares que escaseaban empezaron a aparecer como por arte de magia en virtud de que se había decretado libertad cambiaria. Por lo mismo perdió sentido el control de divisas. Ya estaba casado y de un día para otro quedé con una mano adelante y otra atrás estando en mi último año de la universidad. Mi tesis para titularme como ingeniero civil industrial, se fue al tacho de la basura tanto porque se trataba de un tema vinculado a mi trabajo que ya no tenía -la planificación de la producción de la línea de productos electrodomésticos-, como porque a quien era mi profesor guía de la tesis, Sergio Bitar, lo relegaron a la isla Dawson por haber sido ministro en el gobierno de Salvador Allende. Busqué trabajo enviando mi curriculum a todas partes. Ni siquiera me respondían o llamaban a entrevistas. Ya tenía el síndrome del perseguido, por ser uruguayo en tiempos de tupamaros, y por lo mismo estaría en una lista negra. Más encima, para rematarla, en esos tiempos tenía una frondosa barba roja, ahora más rala y encanecida con el paso del tiempo. Toda una facha de comunista, marxista leninista, ultra, pero pura facha porque mi cerebro era incapaz de adherir a dictaduras del proletariado o a una concepción de la sociedad como de luchas de clases. Recién al cabo de un año, que sobreviví a punta de trabajos esporádicos y un emprendimiento en el sector educativo, logré encontrar un trabajo estable. Desde entonces, siempre he andado con el temor a perder el trabajo, y ahora, por primera vez en mi vida, a los 70 años, vienen a buscarme para ofrecerme un trabajo temporal, pero precioso. Como para no creerlo!.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario