En Chile, a lo largo de diversas ciudades, en un esfuerzo descentralizador, por estos días ha estado desarrollándose el Congreso Futuro. Una de las charlas, titulada el poder de los ciudadanos, concierne a la desconfianza de los ciudadanos en sus gobiernos, la que nos invita a buscar alternativas de gobernanza.
Esta creciente desconfianza se da a pesar de tener gobiernos que se asumen democráticos, o sea, que han sido elegidos por sus ciudadanos. En cierto modo esto representa una contradicción, dado que si somos nosotros quienes elegimos a quienes nos gobiernan, entonces se supone que debiésemos confiar en ellos. Sin embargo, ello no es así. Qué está pasando?
Hemos entrado a la era de la información, de una era donde había poca información, que no era accesible, estamos pasando a una era de mucha información, gracias a la revolución de la informática y las comunicaciones. Venimos saliendo de un tiempo en el que nuestras decisiones estaban basadas en muy poca información. Hoy manejamos mucha más información que en el pasado, y ello está abriendo nuestros ojos, nos está permitiendo ver lo que antes no veíamos: que nuestros representantes en los gobiernos y en los parlamentos, han estado conformando leyes con un cierto sesgo a favor de determinados grupos sociales, económicos o culturales. En USA un estudio llegó a la conclusión que lo que se tiene no es un sistema democrático, sino que un sistema oligárquico, donde una élite conformada por los más ricos y poderosos se encarga de concebir, diseñar e implementar leyes que los beneficien pensando en sus propios intereses, aun cuando sea en desmedro de los intereses de los sectores medios y bajos. Lo mismo podríamos sospechar que ha estado ocurriendo en nuestros países.
Si bien esto no es nuevo, de alguna manera se intuía, pero gracias a las sucesivas elecciones que el sistema democrático pone a nuestra disposición, escogíamos nuevos políticos para conformar los gobiernos y los congresos. A pesar de esto, las leyes que se promulgan tienden a favorecer a los mismos de siempre. Una y otra vez. Y cargamos los dardos a los políticos sin percatarnos que el problema no son ellos, sino que el sistema.
Más que cambiar a los políticos, lo que se ha comprobado que no tiene los efectos esperados, lo que habría que cambiar es el sistema político. Vaya tarea monumental. Al lado de los asombrosos y vertiginosos avances que hemos experimentado, y seguimos experimentando en el ámbito tecnológico, el ámbito político parece petrificado, los gobiernos y los parlamentos actuales no parecen muy distintos a aquellos que existían hace más de 100 años atrás.
De una era en la que teníamos que tomar decisiones con muy poca información, pasamos a una era de exceso de información donde no faltan quienes no trepidan en generar maliciosamente información falsa para que sea difundida como reguero de pólvora vía redes sociales. En el campo político ya está ocurriendo, incluso por parte de algunos de los propios políticos para obtener los votos que requieren, distorsionando el sentido de la democracia, contribuyendo con ello a su desvalorización.
Para evitar que se nos siga tomando el pelo, que sigamos votando por quienes nos engañan una y otra vez estamos obligados a tener la capacidad para filtrar información proveniente de las fuentes tradicionales y no tradicionales –redes sociales-, para distinguir aquella que es relevante de la que no lo es, así como darnos el trabajo y tener la capacidad para verificar la información que recibimos. Pero eso no bastará si no logramos controlar y manejar la información disponible asegurando que los gobiernos y parlamentos, no interfieran en ella. Esto implica implementar sistemas en distintas nubes –con la información distribuida en miles de computadores con los cuales interactuemos directamente, y que sean autónomos de los gobiernos y los parlamentos.
De este modo, los gobiernos y parlamentos perderán el poder monopólico que en distintas materias disponen actualmente, forzándolos a combatir este empoderamiento ciudadano con un comportamiento más eficiente y respetando sus intereses, no solo los de las élites. La tentación de los gobiernos por limitar, controlar o prohibir la construcción de estas nubes de información no estará disponible. Para allá vamos.
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