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La región del Maule (Chile) está siendo testigo del cierre de emblemáticas empresas, en este caso, la planta que tiene la Industria Azucarera Nacional (IANSA) en Linares y la empresa de pastas Suazo en Curicó. Este hecho forma parte de una cadena de cierres o traslados de empresas regionales que se arrastra por décadas con las consiguientes consecuencias en términos de empleo.
En un caso, IANSA, se trata de una empresa nacional de origen estatal, privatizada en tiempos del innombrable. Una empresa creada en el marco de una estrategia de desarrollo y de seguridad nacional destinada a forjar una sólida base productiva en el ámbito industrial y alimentario. Contexto que explica la creación de múltiples empresas públicas (estatales). Entre otras, destacan la Empresa Nacional de Electricidad (ENDESA), la Empresa Nacional de Telecomunicaciones (ENTEL), la Empresa Nacional del Carbón, la Compañía de Teléfonos de Chile (CTC), la Empresa de Aceros del Pacífico (CAP), la Empresa Nacional de Computación (ECOM), la Línea Aérea Nacional (LAN), la Empresa periodística La Nación, la Sociedad Chilena Química y Minera de Chile (SOQUIMICH) y Laboratorios Chile. Algunas desaparecidas, en tanto que muchas de ellas privatizadas en los últimos años de la dictadura en un proceso caracterizado por la falta de transparencia. Esta falta de transparencia permite explicar su traspaso a quienes estaban arrimados al poder de entonces. Ejemplos paradigmáticos son Yuraszeck y Ponce Lerou, este último entonces yerno del innombrable.
En el otro caso se trata de una empresa privada que sucumbe frente a la despiadada competencia de empresas nacionales oligopólicas y las importaciones. Aguantó hasta donde le fue posible, pero finalmente cayó al carecer de las espaldas financieras de sus competidores. Si bien en un comienzo los consumidores se ven favorecidos con menores precios, una vez despejado el panorama se genera una oferta oligopólica con alto riesgo de incurrir en colusiones. Productores oligopólicos que finalmente terminan por perjudicar a los consumidores.
En ambos casos, al amparo de la sacrosanta eficiencia, se adoptan decisiones en las que se sacrifica al ser humano. Es un imperativo revisar esta creciente realidad que está destruyendo nuestra convivencia. Todo país con dos dedos de frente fortalece su base agrícola, subsidiándola si es necesario, no la abandona como nosotros.
Lo llamativo es que esto viene a ocurrir en el marco de un gobierno que triunfó bajo el lema “vienen tiempos mejores”. Al menos para los trabajadores de la planta de Linares de IANSA, así como para los de la empresa de pastas Suazo, y de tantas otras empresas que están reduciendo personal, los tiempos actuales están lejos de ser tiempos mejores. La pregunta que cabe hacerse es ¿para quienes son tiempos mejores?
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