Sandino debe estar revolcándose en su tumba por lo que está viviendo Nicaragua. Se asumía que luego de salir de la dictadura de Somoza, sobrevendría la democracia, y con ella el desarrollo. No hay que olvidar que el derrocamiento del Somoza en 1979 dio origen a lo que se llamó la revolución sandinista, la que debió enfrentar la agresión de los EEUU de Norteamérica en tiempos de Reagan a través del financiamiento de los “contra”, como se denominó a la guerrilla contrarevolucionaria. No obstante este adverso contexto, en sus primeros años, bajo la conducción de Daniel Ortega, se impulsó la participación, la alfabetización y la reforma agraria, entre otras acciones orientadas al mejoramiento de las condiciones de la población. Todo ello bajo un esquema democrático, lo que posibilitó que en 1990 triunfara la oposición a la revolución sandinista.
Esta oposición logra gobernar por más de 15 años, hasta el 2007, año en el que Daniel Ortega, el pueblo nicaragüense vuelve a depositar su confianza en él para encabezar el gobierno. Desde entonces, por ya más de 10 años, se encuentra gobernando un país, sin lograr sustraer a las grandes mayorías de la pobreza en que se encuentran.
Hoy, Nicaragua vuelve a concentrar la atención mundial, por el alto nivel de conflictividad social existente y la dura represión policial, militar y paramilitar por parte de los adeptos al gobierno sandinista para enfrentar lo que en un inicio fue una protesta universitaria contra la inacción gubernamental para encarar un desastre ecológico provocado por incendios, deforestaciones e invasiones ilegales en una reserva biológica. Posteriormente las motivaciones de las protestas se extendieron a otras esferas, destacándose las relacionadas con la reducción de las pensiones, así como los aumentos en los impuestos a trabajadores y empleadores.
La reacción gubernamental no pudo haber sido peor de la que fue. No obstante que el gobierno echó pie atrás en muchas de sus medidas, la violenta represión gubernamental no hizo sino agravar la situación. Daniel Ortega, ya no es ni la sombra de lo que fue, pasando a ser un represor más que solo busca sostenerse a como dé lugar.
Qué es lo que viene? No se sabe. Al igual que en Venezuela, no se visualiza que Ortega y su camarilla den un paso al costado, ni convocatoria a elecciones anticipadas con garantías a todos los sectores. Tampoco se visualiza una oposición unida capaz de vertebrar un proyecto nacional.
La izquierda latinoamericana ha perdido la brújula, su supremacía ético-moral, socavando sus propios ideales. Urge una reingeniería que restaure su razón de ser, oponiéndose con fuerza contra todo asomo de corrupción y autoritarismo, venga de donde venga.
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