En Chile no basta con egresar de un establecimiento de educación media para ingresar a las universidades. Se requiere rendir una prueba de selección, la PSU. Siempre ha sido así en nuestro país, antes era la PAA (Prueba de Aptitud Académica) y si nos vamos más atrás, a los primeros años de la década de los 60, era el Bachillerato.
La desconfianza hacia las calificaciones con que se egresa de la educación media está simbolizada en su baja ponderación a la hora de postular a alguna universidad. A pesar del bajo valor predictivo del puntaje que se obtiene en la PSU, éste sigue pesando fuertemente aun cuando se han estado incorporando nuevas variables, como la posición que un alumno ocupa dentro de su establecimiento.
Es por ello que la publicación de los puntajes PSU son esperados con expectación, dado que inciden fuertemente en las postulaciones que se vienen encima. Este año, esta expectación se ha visto incrementada por las vicisitudes experimentadas por la reforma educacional y la incógnita en torno a las universidades que finalmente se acogerán a la gratuidad, así como su alcance. No hay que olvidar que una de las banderas de las movilizaciones estudiantiles del 2011 fue el de la gratuidad.
Llegada la hora de postular no está de más reflexionar en torno a qué carrera y en qué universidad estudiar. Respecto de la carrera, la postulación debe venir dada, esencialmente, por los siguientes factores. Uno, lo que uno quiere estudiar, lo que quiero ser a futuro. Dos, debo considerar mis capacidades, conocerlas, saber si tengo dedos para el piano de lo que quiero ser. Tres, las perspectivas laborales.
Ninguno de estos 3 factores debe ser soslayado. Nada saco con estudiar lo que quiero si no tengo las aptitudes para ello. Del mismo modo, nada saco con estudiar una carrera basada tan solo en la perspectiva laboral. En este plano es crucial que cada postulante logre conciliar lo que quiere con lo que puede y con las perspectivas futuras.
Una vez acotado el espacio de carreras en las que incursionar, se debe decidir la universidad en que se impartan. Acá los factores que inciden son múltiples, pero me centraré en los que considero centrales. Uno, la calidad del cuerpo académico responsable de la carrera que elegimos. Calidad que se expresa no solo en términos de jerarquías o grados, sino que humanos, de trato, experiencia, dedicación. Dos, el ambiente que respira la universidad, tanto físico como psíquico, que está dado por el alma mater, la historia, los espacios disponibles, las conversaciones, el espíritu reinante. Para ello, una visita, una caminata por los senderos de las universidades donde pensamos estudiar, y conversar con quienes nos encontremos, nos puede ayudar a tomar una decisión crucial que puede definir el curso de nuestras vidas.
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