Por razones de espacio, la semana pasada se nos quedaron en el tintero algunas aristas en torno al tema de las jefaturas y los liderazgos, y que son los que intentaré bosquejar en esta oportunidad. Bien pudieron constatar que la diferencia entre un jefe y un líder es tal que no resulta difícil distinguirlos. Basta verlos como se plantan, como actúan, como se presentan.
Los jefes van a todas las paradas protocolares, tienen que estar en la foto, idealmente con quienes se asume que son líderes. Están convencidos que saliendo en la foto con ellos, automáticamente ellos también pasan a serlo. El liderazgo no se compra ni adquiere con fotos o relaciones, tampoco se busca.
Los jefes buscan por afán de figuración, forzadamente, relacionarse, ser parte de redes, las que suelen ser inactivas. Los líderes en cambio, tienden a ser parte de redes de contacto en forma natural con beneficios para todas las partes, y no hacen ostentación de tales redes. Sus redes tienden a ser activas.
El líder levanta la mirada, tiene la mirada puesta en el cielo sin dejar de tener los pies en la tierra. No trabaja solo, sino que se siente formando parte de un equipo. En una canoa rema junto con los remeros, a diferencia del jefe, para quien los remeros deben remar mientras mira el horizonte. El jefe no se siente parte del equipo; el líder sí.
El jefe se pierde en lo operativo, en las formas, en la coyuntura, posee memoria de corto plazo. Convoca a reuniones cuando se le antoja, para tratar los temas que se le ocurren, convencidos que quienes trabajan con él, lo hacen para él, no para la institución a la que pertenecen. Al jefe le gusta actuar por sorpresa, sin una tabla de temas a tratar, sin documentación. La documentación, a lo más es entregada al momento de la reunión, y la decisión debe tomarse al momento, aunque no se haya leído nada. Esto es, la decisión que ha de tomarse, es la que el propio jefe induce a ser adoptada. Sin serlo, aparenta ser democrático.
Los líderes convocan sobre la base de temas previamente conocidos y proveyendo oportunamente toda la documentación necesaria, de modo que al momento de la reunión todos ya tengan opinión formada y no se pierda el tiempo. Los participantes debaten y deciden colectivamente, ventajas y desventajas de las alternativas en juego, conducidos e inspirados por el líder. No hay tiempo que perder, ni se emborracha la perdiz.
Por el contrario, el jefe compartimenta la información de que dispone y/o la guarda bajo la manga para tirarla en el momento más oportuno para sus intereses. El jefe recela de la comunicación horizontal, y él mismo decide qué consulta y a quién. Para el jefe el orden jerárquico es clave, porque de allí emana su autoridad, por lo que tiende a exigir una comunicación vertical, donde se ordena de arriba abajo, y se debe acatar de abajo hacia arriba.
En concreto, estamos llenos de jefes, demasiados. Nos faltan líderes. Vivimos tiempos complejos, de cambios, que nos exige lo mejor de cada uno de nosotros. De allí que el país, el mundo educacional, político, empresarial, económico necesita líderes, no jefes. Líderes dignos de imitar, de seguir.
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