Hace ya casi 7 años en USA, Lehman Brothers se declaró en bancarrota, dando origen a la peor crisis financiera de la historia, mayor incluso a la gran depresión de 1929. Desde entonces USA primero, y luego el resto de los países desarrollados, al igual que el resto del mundo, se vieron afectados.
La verdadera historia parte de la derecha norteamericana, la de los republicanos, cuando en el año 2002 de la mano de su presidente Bush, en uno de sus tantos arranques populistas, sostuvo que era hora de cumplir el sueño americano de tener casa propia. Liberalizó todo lo que había que liberalizar para que el sector privado hiciera el negocio de su vida con el sueño de la casa propia de millones de norteamericanos en base al endeudamiento. Removió todas las regulaciones del mercado de capitales para facilitar el financiamiento hipotecario a los más pobres, con o sin trabajo.
Todo esto en un contexto muy particular, cuando USA aún no salía del trauma que significó la caída de sus torres gemelas y la caída en cadena de muchas de sus empresas de internet puntocom. Era necesario un nuevo despertar, una nueva pomada, un nuevo sueño.
La Reserva Federal siguió el juego de Bush reduciendo las tasas de interés del 6% al 1%, y con ello el costo del dinero. La bolita se echó a rodar. Los bancos y agentes hipotecarios se frotaban las manos expandiendo el crédito hipotecario a quienes no tenían trabajo ni ingresos. Eran los tiempos en que en Chile las casas comerciales regalaban tarjetas de crédito. Se estaban otorgando créditos a quienes se sabía que no iban a pagarlos. Cualquier persona con dos dedos de frente sabía que más temprano que tarde el castillo de naipes artificiosamente creado se derrumbaría.
Al mismo tiempo se creaban nuevos instrumentos financieros sin regulación alguna y que se transaban libremente. De la noche a la mañana la burbuja del alza de las viviendas se desploma, y el valor de las viviendas, pasa a estar por debajo de las deudas contraídas por propietarios que no tenían con qué pagar. A las familias endeudadas les fue más barato devolver sus viviendas que seguir pagando préstamos por un valor que sextuplicaba el valor de la propiedad. Terminaron sin casas y endeudados. El sueño de la casa propia no fue más que eso: un sueño.
Aún nos pena la irresponsabilidad con que se construyó el castillo de naipes por parte de quienes se autocalifican de serios, ponderados, responsables.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario