Hasta hace unas décadas atrás, el drama de Chile era la pobreza que se expresaba en las poblaciones callampa, la baja cobertura educacional, la no disponibilidad de servicios básicos como agua potable y electricidad por parte de importantes sectores del país. La reducción de la pobreza es un logro significativo. Si bien corresponde seguir avanzando para su erradicación, hoy la prioridad es otra.
El drama actual de Chile es la desigualdad, que la derecha y los poderosos se resisten a asumir, y explica su derrota en las últimas elecciones presidenciales y parlamentarias. Para ellos la desigualdad no es el problema de este país por la simple razón de que es consustancial a las diferencias entre unos y otros. Asumen que cualquier regulación coarta la libre expresión de las potencialidades de innovación y emprendimiento de las personas. Este ha sido el racional dominante en Chile a lo largo de las últimas décadas y bajo el cual se ha logrado la reducción de la pobreza del 40% a menos de la mitad.
Ahora el foco está puesto en el alto nivel de desigualdad que nos caracteriza y distingue a nivel mundial. Ya no es la pobreza la que está tras los movimientos sociales ni el malestar imperante, sino que los odiosos niveles de desigualdad existentes.
Este es el drama de Chile y que la derecha se ha resistido a asumir y que Que el 1% de los más poderosos acumule para sí más del 30% de los ingresos totales del país debiera mover a escándalo. Sin embargo en la derecha ni se arrugan, y más encima cuentan con importantes escuderos, por lo general reclutados entre el 9% de quienes les siguen en la captura de los ingresos. En USA, el 1% de su población captura poco menos del 20% de los ingresos totales; en Italia, España, Finlandia, Suecia, Holanda y Francia capturan menos del 10%.
En síntesis, acá el gran capital rompe records! Cuál es el pensamiento de la derecha al respecto. Es fácil adivinarlo: significa que su productividad es alta, tan alta como para que sean capaces de capturar más del 30% del total de ingresos. Incluso deberíamos estar agradecidos y orgullosos de ellos, porque en ningún otro país existe ese 1% “tan productivo” como ellos. Y por tanto, como diría Pinochet en sus buenos tiempos “hay que cuidarlos” porque gracias a ellos vivimos y crecemos, gracias a ellos ha bajado la pobreza! Si no fuera por ellos, ¿qué sería de nosotros?
En contraposición, está el resto, o sea, nosotros, que seríamos los “poco productivos”. ¿Tan tontos somos? Entonces ¿para qué estamos? ¿somos un cacho? ¿qué sería de nosotros sin ellos? O dicho de otra manera ¿qué sería de ellos sin nosotros?
Otro gallo cantaría si ese 1% de los más poderosos y el 9% que los rodean, protegen y cobijan se allanaran a abrirse para construir un mejor país, menos desigual, menos segmentado, menos fragmentado, menos discriminatorio, donde la gente en vez de darse la espalda se mire de frente y concuerden en darle a cada uno lo suyo, partiendo por respetar a quienes trabajan día a día por el pan nuestro de cada día.
No por azar están sobre la mesa la reforma tributaria, educacional, laboral y constitucional.
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