El informe de una experta de la UNESCO da cuenta que Chile es el país de América Latina que más subió su cobertura en educación superior entre los años 2000 y 2010, aumento que es de casi un 20%. Es así como en el 2010 la cobertura alcanzó el 34%, cifra que en la actualidad debe ser del orden del 40%. En el año 2000, la cobertura era de un 14%, lo que significa que en una década, más que se duplicó.
Esto se supone que es una buena noticia, que debe alegrarnos. Que más jóvenes entre 18 y 24 años estén ingresando a la educación superior, puede significaría: a) que están siendo mejor formados en la educación media que en el pasado, y que por tanto, son más quienes pueden sortear las barreras de entrada académicas que imponen las instituciones de educación superior, asumiendo que éstas no se han modificado sustancialmente; y/o b) que los niveles socioeconómicos de las familias han mejorado sustancialmente, posibilitando posponer la incorporación de los jóvenes al mundo del trabajo, optando por cursar estudios superiores con miras a mayores ingresos futuros.
Sin embargo, si escudriñamos un poco, hay algo que no calza.
El malestar imperante, al igual que las altas tasas de deserción en los primeros años de educación superior y bajas tasas de titulación nos están diciendo que el aumento de la cobertura no se explica porque los jóvenes estén recibiendo una mejor educación media.
Por otra parte, si bien es efectivo que la pobreza ha disminuido fuertemente, debe destacarse que hasta la década de los 70, los estudios superiores eran prácticamente gratuitos, curiosamente cuando la cobertura en educación superior entre los pobres era prácticamente nula. Esto significa que las élites de ahora, provenientes de familias situadas en los quintiles de mayores ingresos, estudiaron gratuitamente. Entonces, la educación superior era un derecho social. En cambio ahora, con mayor cobertura, cuando los quintiles de menores ingresos están cursando estudios superiores, éstos no solo dejaron de ser gratuitos, sino que han pasado a ser los más altos del planeta en que vivimos en relación al ingreso per cápita. Ahora, la educación superior ha pasado a ser un bien de consumo que debe ser pagado por moros y cristianos. ¿Cómo se explica esto?
La explicación es sencilla: el diablo metió su cola! El afán de lucro hizo el milagro por dos vías: la creación de universidades privadas, y la privatización de las universidades estatales, todas sumergidas en la misma lógica, la del mercado. Lógica que domina la toma de decisiones en las instituciones, en unas más que en otras, adobadas con créditos para que los jóvenes de familias con bajos ingresos se incorporen al mercado laboral endeudados, a diferencia de los jóvenes de familias con altos ingresos, que lo hacen sin cargar con deuda alguna.
Es una contradicción flagrante que los pobres de hoy tengan que pagar por aquello que los ricos de ayer no pagaban. Estos son los ricos que ahora se oponen a una reforma tributaria que posibilite estudiar gratuitamente. Vergüenza debiera darles asumir tales posturas!
Por tanto, la única explicación razonable para el aumento de la cobertura en educación superior, es la apertura indiscriminada de vacantes en las instituciones de educación superior. Apertura alentada por el afán de lucro, para que entre Pedro, Juan y Diego, con todo el respeto que tales nombres me merecen, en la medida que vengan con plata en mano, con crédito con aval del estado (el famoso y vilipendiado CAE), o con becas que financiará el Estado.
Por este camino, lo que se está haciendo es inflando artificiosamente la educación superior, por l vía del endeudamiento, con riesgo de caer en un credencialismo propio de países bananeros, donde los cartones terminan por ser papel mojado.
El resultado es lo que tenemos, una alta cobertura en una educación superior ineficiente, por su alto costo, e ineficaz, porque de los muchos que ingresan, pocos son los que egresan. No todo lo que brilla es oro. A los que quedan a la vera del camino, pareciera que solo les queda patear piedras.
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