Manuel hizo la travesía por el desierto. Su camino al éxito está empedrado de fracasos, es fruto del sacrificio. Manuel es de cuna, quien lo duda. Desde siempre quiso estar en el futbol. Sus padres le exigieron una carrera profesional. Así lo hizo y estudió ingeniería, carrera que terminó. Por eso lo apodan el ingeniero.
Pero la vocación fue más fuerte. El futbol le encantaba, le atraía sobremanera, y se dedicó a él. Fue jugador. Hizo sus primeras armas como entrenador a fines de los 80, dirigiendo a la Universidad de Chile, su club, experiencia que fue un sonado fracaso porque bajo su conducción, por primera vez la Chile descendió a segunda división. No podía haber empezado peor. Cualquiera sin su fortaleza, se rinde, abandona, y se dedica a su profesión, en este caso, la ingeniería. Pero él no. Se fue a Ecuador, donde dirige a Universitario de Quito. Lo saca campeón. Luego se va a Argentina. Dirige a San Lorenzo de Almagro, el equipo del Papa Francisco. El éxito le sonríe. Sale campeón en el exigente campeonato argentino. De allá parte a España a dirigir a Villareal, un equipo que siempre estaba en la parte baja de la tabla. Fiel a su patrón de juego ofensivo, desde la banca lo conduce a las alturas, a las ligas europeas.
Desde la banca, imperturbable, elegante, buena pinta, de pocas y mesuradas palabras, destaca por su sobriedad, su clase. No habla mal de nadie. Transmite seriedad, liderazgo. Luego de unas temporadas en Villareal, Real Madrid pone sus ojos en él. El contrato con el Real Madrid es el sueño de su vida. La exigencia de resultados inmediatos por parte de los medios de comunicación y de los aficionados, junto con las zancadillas de otro entrenador, Mourinho, que ansiaba suplantarlo le pasa la cuenta. Una amarga sensación de fracaso lo inunda, pero no lo doblega. Málaga le abre los brazos. Un equipo chico que al igual que a Villareal, Manuel se encarga de encumbrar. Desde Chile se siguen sus pasos deseándole lo mejor.
Ahora es Manchester City quien lo quiere en la banca para obtener el ansiado título en la liga inglesa. Ha seguido sus pasos, valorando su capacidad de trabajo, su liderazgo, su bonhomía. Los ingleses se entusiasman. Le dicen el hombre encantador. Le tienen fe. Él se mantiene imperturbable, no sucumbe al exitismo ni ante el fracaso.
Sin lugar a dudas, que Manuel es un chileno de excepción, un ejemplo de perseverancia, modestia, sencillez, caballerosidad, liderazgo, serenidad, firmeza y convicciones, atributos que conjuga y concilia maravillosamente bien. Manuel es un ejemplo de aprendizaje a punta de fracasos. El único aprendizaje que conduce al verdadero éxito, el de la satisfacción íntima.
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