Por algún misterioso motivo, la derecha siempre suele llegar atrasada a todas partes. No solo ahora, para que los chilenos que viven en el exterior puedan votar. Los representantes de la derecha se escudan en los más inverosímiles argumentos para resistir, buscando acotar los espacios de libertad de los chilenos. No obstante que sus más conspicuos representantes se proclaman como adalides de las libertades, la verdad que cuando hablan de ellas, se limitan a una libertad en particular, muy específica, la libertad económica, pero no al concepto de libertad en su sentido más amplio. Una vez que los chilenos puedan votar en el exterior, a poco andar, inevitablemente, pasará a ser lo más natural del mundo.
Lo mismo ocurrió con el tema del divorcio. La derecha rasgó vestiduras oponiéndose una y otra vez, convirtiendo a nuestro país en un oasis en un mundo donde la mayoría de los países ya había encarado este tema sin que por ello la familia pasara a ser un mero recuerdo. Preferían mirar al techo, suponer que el divorcio destruiría la familia, sin percatarse que cuando se llega al divorcio, es porque la familia ya está destruida. No es causa, es consecuencia.
Preferían mirar al techo, porque de otro modo cómo se explica que toleraran la nulidad matrimonial sobre la base de una farsa: que lo que en su momento existió, un matrimonio en particular, en rigor, no existió. La derecha resolvía sus problemas matrimoniales por esa vía, con recursos económicos, y/o hipocresía, con la familia oficial, y la otra. ¿Cuándo les cayó la teja? Cuando ya no quedaba otra, porque entre los suyos el tema se había hecho carne.
Lo mismo ocurrió con el tema del homosexualismo. Para una persona auténticamente de derecha, conceptualmente, el homosexualismo es una enfermedad, es algo anti natura, y por tanto, los rechaza ipso facto. La derecha rechaza el homosexualismo, tal como rechaza a los marxistas, a quienes el recordado almirante Merino refería como humanoides. Hasta que la fuerza de los hechos, esto es, la presencia de homosexuales en sus propias filas y/o los cálculos electorales, los hace aceptar su existencia, aunque a regañadientes.
El matrimonio homosexual, la adopción de niños, el aborto y la eutanasia son otros de los tópicos donde la derecha muestra su hilacha: su conservadurismo, su incapacidad para leer los signos de los tiempos, su sentimiento de superioridad, de guardián del orden establecido, de ser portadores de la verdad revelada, responsables de que el país no se venga vaya al tacho de la basura. No se percatan que de lo que se trata es de sacar al país del tacho de la basura.
Les gustan las libertades económicas, desregular todo, excepto las otras libertades, entre ellas, las personales y políticas. Esas, hay que restringirlas, acotarlas, a nombre de los intereses superiores, a punto tal que hasta los derechos humanos, en momentos muy particulares, definidos por ellos mismos, habría que suspenderlos. Es la voz de ultratumba de Jaime Guzmán (QEPD).
Desgraciadamente no se le pueden pedir peras al olmo. La derecha, inevitablemente, llegará siempre atrasada a todas partes. De lo contrario, no sería derecha.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario