Poco antes de llegar a Berlín, la emblemática capital de Alemania, desapareció un avión malasio con más de 200 pasajeros. Y en Ucrania se había desencadenado una crisis de gobierno que culminó con la destitución de su presidente por parte del parlamento ucraniano. En Chile, las fallidas nominaciones de subsecretarios y gobernadores del nuevo gobierno de Michelle, generaban escozor.
Hoy, no obstante el tiempo transcurrido, los temas mencionados siguen presentes en mayor o menor medida. Quizá el del avión desaparecido sea el que ya no está en el primer plano noticioso, lo que no significa que haya aparecido, ni que existan rastros de él. No deja de intrigarme que en los tiempos actuales de GPS, de satélites, de robots, de internet, estemos en presencia de un avión que no ha dejado rastros. Hasta el minuto de escribir estas líneas no se sabe siquiera si se cayó o fue secuestrado, dejando sumidos a las familias de los pasajeros en la más penosa de las incertidumbres. Confieso que me cuesta creer que no se sepa nada.
En Europa se estima que la guerra fría clausurada con el derrumbe del muro de Berlín y de la Unión Soviética, está siendo recreada con la reacción rusa ante la destitución del presidente ucraniano. El resultado del referéndum en Crimea, permite avizorar su casi segura anexión a Rusia. Occidente, paralizada, sorprendida, ya la dio por perdida luego del zarpazo de Rusia. Putin, sin medias tintas, busca resucitar la Unión Soviética, o a lo menos, impedir que los países con los que limita en su oeste, se occidentalicen. Necesita recrear un muro de contención, como lo fueron en su momento Polonia y Alemania Oriental, entre otros países. Putin apuesta que Europa no reaccionará, más allá de declaraciones de rechazo, dada su dependencia energética. Descaradamente, Putin está interviniendo militarmente, retrotrayendo la historia a siglos pasados, sin disimulo alguno aprovechando el desconcierto reinante.
Y las noticias que llegan de Chile dan cuenta que la teleserie de las nominaciones de subsecretarios y gobernadores continúa sin mostrar signos de término. Bajan a unos y suben a otros. La oposición parece desear interpelar al ministro del interior, sin percibir que más allá de los errores, estamos en presencia de un fenómeno nuevo sumamente interesante, siempre y cuando no se pretenda que los cargos sean ocupados por santos, que en los tiempos que corren, no existen, si es que en algún momento existieron. Asumo que lo que se pide, es que no sean sinvergüenzas. En un pasado no remoto, estos últimos pasaban piola. Hoy, esto es más difícil. Ya no solo se requeriría tener los medios de comunicación en manos de los poderosos, sino que también el control de las redes sociales, de los diarios digitales y de los blogs. Por suerte éstos existen y están permitiendo el destape de lo que antes se tapaba. A pesar de tanto malandrín, no están los tiempos para malandrines.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario