Hace rato que el piso se está moviendo en Venezuela, solo que ahora es con mayor fuerza. Solo desconozco si la magnitud de los movimientos son tales como para echar abajo al gobierno ahora o más adelante, pero de lo que estoy convencido que en algún momento caerá. Más temprano o más tarde, no lo sé.
En este plano me recuerda lo ocurrido en Chile hace ya 40 años atrás. El golpe se veía venir, era vox populi, se veía inevitable. Estaban dadas todas las condiciones, fabricadas por unos y otros, por moros y cristianos. Todos sabían que se venía un sismo de magnitud máxima, y todos empujaban, queriendo o sin querer, a que el sismo se produjera. Muchos lo hicieron sin imaginarse siquiera lo que se vendría; otros, ocultos tras las bambalinas sí lo sabían.
No obstante lo expuesto, el común denominador de ser ambos gobiernos surgidos de las urnas, y con intenciones revolucionarias, de alterar sustantivamente el statu quo existente para sustituirlo por un sistema de índole socialista, hay diferencias no menores entre lo que vivimos en Chile y que se está viviendo en Venezuela.
De partida, Venezuela ha sido un país cuyo peso específico a nivel mundial es más significativo que Chile gracias a su capacidad de producción de petróleo, la energía que mueve al mundo, y que seguirá pesando a pesar de la conciencia y de la evolución de fuentes alternativas energéticas. La incidencia de nuestro cobre a nivel mundial no es comparable.
En este plano, Venezuela ha experimentado la maldición de estar en posesión de recursos naturales apetecidos mundialmente. Gracias a esta maldición, la corrupción se ha enseñoreado en dicho país. Chávez es consecuencia de las corruptelas en los principales partidos de entonces: Acción Democrática y COPEI, ahora sumidos en el descrédito. Nació como consecuencia de la corrupción, las simpatías populares surgieron para poner término a este asalto a mano armada de los sectores más pudientes de la sociedad venezolana. Desafortunadamente, con el paso del tiempo, la corrupción que lo compra todo, también ha hecho presa del gobierno de Chávez, y de su sucesor, Maduro.
Por otra parte, es importante consignar que las FFAA venezolanas no tienen nada que ver con las FFAA chilenas. Allá, los de abajo pueden llegar a ser coroneles o generales; en Chile, prácticamente imposible. Acá existen filtros que dificultan en extremo la posibilidad que alguien de sectores sociales desfavorecidos ingresen a las escuelas, sean estas militares, navales o de aviación. Falta mucho para que alguien de origen mapuche alcance el generalato. No es el caso de Venezuela. En este plano, las FFAA venezolanas son más espejo de la sociedad en que se insertan, que en Chile, y por tanto, no es llegar y dar un golpe. En este caso, es probable que quienes vayan por lana salgan trasquilados. Así como los altos mandos chilenos están asociados a las élites económicas, allá lo están con los sectores sociales postergados. En Chile, un personaje con el origen de Chávez difícilmente alcanza a ser oficial del Ejército, por no decir imposible.
Con todo, al menos por las noticias que llegan, la situación que se vive en Venezuela, da cuenta de una caída libre que en algún minuto topará fondo, si es que aún no lo ha hecho. Unos achacarán la responsabilidad al gobierno, sus pretensiones revolucionarias y mal manejo económico; otros, a las fuerzas opositoras, que casualmente son los que tienen más recursos económicos.
La división de Venezuela no es de ahora: es de siempre, al igual que lo fue en su minuto en Chile. Solo que ahora la división aflora, está sobre la mesa, como fue el caso chileno en el 73. A no pocos les gusta que la división se esconda bajo la mesa y se resuelva a favor de unos en desmedro de otros.
Por mi parte, prefiero que la división aflore, se aborde civilizadamente, no militarmente. Esa capacidad faltó ayer en Chile y siento que está faltando ahora en Venezuela. Como que unos y otros no pudiésemos vivir bajo un mismo techo sin que unos pisoteen a otros.
Hay derechos irrenunciables, entre los cuales destaca el de la libertad para manifestarse pacíficamente, y todo gobierno tiene la responsabilidad de posibilitarlo, no obstaculizarlo. A la reacción no se le vence con represión ni la supresión de las libertades, sino que por el contrario, con apertura y más libertades, con la confianza que da la seguridad en lo que uno cree.
Lo señalado creo que se cae de Maduro, a pesar de la complejidad que encierra la realidad venezolana. Si no ha caído, es porque tras él están las FFAA venezolanas.
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