A raíz de lo ocurrido con la subsecretaria de educación, Claudia Peirano, al no asumir el cargo para el cual había sido nominada, distintos actores han puesto sobre la mesa el tema de que un gobierno no puede dejarse presionar por “la calle”, “la voz de la calle”, o por los movimientos sociales.
Incluso, avizoran dificultades a futuro al “mostrar debilidades” como afirma un senador, Andrés Zaldívar; o que lo ocurrido es “una pésima señal”, dado que “los estudiantes le doblaron la mano al nuevo gobierno” como sostiene Mariana Aylwin, exministra de Educación bajo la presidencia de Lagos,
Estas expresiones ponen el acento en lo negativo que resultaría de escuchar la voz “de la calle” por sus consecuencias -mostrar debilidades y doblar la mano-, sin hacer mención al contenido de la denuncia formulada por “la calle”. Lo que importa es si este contenido es verídico, y de serlo, si tiene una connotación negativa. En el ámbito educacional, es claro que en las últimas elecciones presidenciales y parlamentarias, la ciudadanía optó por una educación pública, gratuita, de calidad, y sin fines de lucro, no por dogmatismo, sino por convicción y por experiencia. Llevamos ya más de 30 años bajo un modelo educacional impuesto por una dictadura que escuchó la voz de “los expertos”, que nos han conducido al estado actual: una educación privatizada, segregada, de mala calidad, y más encima, carísima. Todo esto en un país desigual.
Lo ideal es que la voz de la calle se exprese en el gobierno y en el parlamento. En una democracia, así debiera ser, así debe ser, y por lo mismo no debiera haber mayores discrepancias entre unos y otros, esto es, entre gobernantes, parlamentarios y la voz de la calle. Gran parte de la crisis política nace justamente de la brecha entre unos y otros, que por lo general se gesta entre las sombras, por influencia de poderes fácticos, cuando el diablo mete su cola, cuando el poder económico-financiero se hace sentir, cuando la tecnocracia empieza a correr por su cuenta, soslayando los desequilibrios sociales.
Llama poderosamente la atención que quienes disgusta un cierto tonito de superioridad moral que emanaría de dirigentes o exdirigentes estudiantiles, no hayan expresado en momento alguno similar disgusto cuando este tonito proviene de grandes empresarios ni de “expertos”. Omiten que tras ellos también hay intereses, que por lo demás, no son menores.
Un connotado cientista político, Genaro Arriagada, expresó recientemente que “los grupos de presión hacen lo suyo al plantear sus demandas. Pero la política, esto es, los partidos políticos y el gobierno, debe hacer lo que le corresponde, que es fijar límites, señalar qué es y qué no es posible”. Afirmación clara y contundente. Sin embargo, estamos en un país, Chile, donde unos se creen con derechos y atribuciones para definir lo posible, en circunstancias que los límites de “lo posible” se asume que es definido democráticamente. Sin embargo, pareciera que tales límites lo definen “los que saben”, que por extraña coincidencia serían empresarios, financistas, expertos; el resto, “la calle”, no merecería ser escuchado. De ser así tendríamos una democracia mentirosa, donde “la calle” está tan solo para votar por quienes terminan actuando en base a lo que ordenan las élites.
Es lamentable que tantas nominaciones para conformar el nuevo gobierno estén siendo objetadas, pero lo realmente lamentable es que tales objeciones se basen en antecedentes fidedignos. El país no resiste más un nuevo gobierno y un parlamento que no sea consistente con lo que prometió, consistente en su conformación y con la implementación del programa gubernativo; no resiste más un nuevo gobierno que no sea intérprete de las grandes mayorías.
Lo que se está viendo en estos días son las escaramuzas de lo que viene.
ResponderBorrarestimado Rodolfo, absolutamente de acuerdo contigo... creo que los tecnócratas y políticos de este país se olvidan que si quieren ocupar cargos públicos es para hacer crecer la democracia -que tanto costó recuperar- y no para solamente continuar haciendo crecer a sus propias empresas o quienes representan utilizando los recursos de todos...
A cambio, lo más fácil es denostar, ningunear y meternos en un saco a todos los ciudadanos y asumir que todos andamos tirando piedras o andamos protestando por tonteras. Así, claramente el país ha seguido un curso que ya la gran mayoría estamos de acuerdo en que ha enriquecido a unos miles, a consta de millones que les cuesta mucho sostenerse cada día...