El tsunami del 27F del 2010 se produjo en las
postrimerías del gobierno de Michelle, a días del traspaso de mando a quienes
durante 20 años habían constituido la oposición. El tsunami trastocó las prioridades
de todos. Mientras el equipo gobernante saliente estaba haciendo las maletas
para asumir un rol opositor, un Sebastián energizado ya había designado su
equipo ministerial con claros rasgos gerenciales y tecnócratas. En una
ceremonia rimbombante, a cada futuro ministro le dio una carpeta y un pendrive
conteniendo las tareas que le esperaban. Se trataba de comunicar una sensación
de vértigo, de velocidad, de capacidad, de modernidad, de otra forma de
gobernar, de que llegaban los mejores.
El tsunami lo alteró todo. Quienes nos gobernaban
tuvieron que recargar sus pilas viviendo sus últimos días como autoridades en
condiciones dramáticas, forzados a enfrentar imprevistamente, el segundo mayor
terremoto del que se tiene registro en el mundo. Y quienes el 11 de marzo
asumirían las riendas gubernamentales vieron alteradas sus prioridades y sus
planes. La nueva realidad hacía propicia, como nunca antes en la historia del
país, la oportunidad para poner en acción “la nueva forma de gobernar” por
parte del “gobierno de los mejores” que la coalición triunfante en las
elecciones presidenciales había proclamado a lo largo de la campaña.
Sebastián, exultante, no se amilanó ante la adversidad
y partió como caballo de carrera. Pocos días después de asumir la primera
magistratura llegó a afirmar que en 20 días habían hecho más que la
Concertación en 20 años.
A dos años de entonces, todo parece un globo que se ha
ido desinflando. Un gobierno grande en materia de anuncios, y pequeño en obras;
un gobierno que ha debido efectuar ajustes ministeriales forzados por
conflictos que le estallan en la cara, sin capacidad alguna de anticipación.
A dos años del tsunami, el gobierno en vez de dar
cuenta de avances tangibles en materia de reconstrucción, solo atina a tratar de
poner el foco en las reacciones de las autoridades políticas al momento de
producirse el terremoto-maremoto. La proximidad de las elecciones municipales
pareciera poner nerviosos a los partidos de gobierno, quienes parecen más
interesados en destruir el cariño que la gente siente por Michelle y en ocultar
el retraso y el déficit que se observa en el proceso de reconstrucción.
Al paso que vamos, cualquiera diría que la nueva forma
de gobernar también se la llevó el tsunami.
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