El año comenzó con lo que alguien dentro del gobierno pensó sería un golazo de media cancha que puede costar un ojo de la cara. Con la excusa de ser “una invitación a pensar” por parte de Loreto, o del uso de una expresión “más general”, como afirmara Harald, éste hizo su estreno en sociedad desde la excelencia en las alturas gubernamentales mediante la sabia –¿o estúpida?- ocurrencia de cambiar los textos de historia para escolares. Solo el tiempo dirá cuán sabia o estúpida la decisión adoptada.
Estamos hablando de un reciente, y no tan inocente cambio. Allí donde se decía "La democratización en el siglo XX, la dictadura y la recuperación de la democracia" fue sustituido por "Comparar diferentes visiones sobre el quiebre de la democracia en chile y el régimen militar", la modificación aprobada en diciembre para cerrar el año 2011 de la mano de un nuevo Ministro de Educación, el tercero en menos de un año, como coletazo de las movilizaciones que tuvieron lugar y que remecieron al país entero.
La idea es no hablar de dictadura, sino que de régimen militar, retrotrayéndonos a tiempos de eufemismos. Invitándonos a pensar o reflexionar, el día de mañana se intentará reemplazar la dura expresión de “golpe de Estado”, por la más suave y aséptica de “pronunciamiento”. Más adelante, cuando el horno esté para más bollos, se procurará reemplazar expresiones tales como “sistemáticos atropellos a los derechos humanos” por la de “excesos que no comprometen a las FFAA”.
Para amortiguar el impacto que lo descrito ha tenido en la opinión pública, el nuevo Ministro de Educación no tuvo empacho en anunciar que los "Los profesores pueden seguir usando la palabra dictadura", no fueran a creer que los estaban amordazando. Total, las palabras se las lleva el viento, no así lo escrito, porque representa un registro que permanecerá por los siglos de los siglos.
Tal como en su momento el primer embajador chileno en Argentina de este gobierno quiso endulzar la dictadura al sostener que contó con el respaldo de la ciudadanía, En esta ocasión, otro personaje –¿Loreto? ¿Harald? o alguien que se sitúa en las sombras-, aprovechando su retorno al gobierno, quiere hacernos creer que lo que hubo no fue una dictadura.
Acogiendo el llamado a pensar, escucho a quienes afirman que ninguna dictadura entrega su gobierno voluntariamente por la vía electoral. Es cierto. Sin embargo, también es cierto que la entrega no fue tan voluntaria. La voluntad era perpetuarse, donde la intención del plebiscito era legitimarse ante el mundo, sin sospechar siquiera la posibilidad de perder el plebiscito. Y cuando lo perdió, existió la intención de invalidar los resultados, intención que fue abortada desde la Fuerza Aérea.
Pero por sobre todo, fue dictadura porque fueron tiempos en los que hacían y podían hacer lo que querían, sin controles. La concentración del poder en las FFAA y sus soportes civiles no condujo a simples excesos, sino que a la aplicación de una sistemática política de aniquilación y atropello a los derechos humanos. Pensando y reflexionando una y otra vez respecto de lo que fue esa época, no tengo duda alguna que fue una época dictatorial. Sus secuelas siguen presentes entre nosotros, como lo prueba el intento de reescribir la historia.
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