En nuestro país se está produciendo un interesante fenómeno político de la mano de un creciente y manifiesto malestar que no está siendo canalizado por las vías políticas convencionales. Es una indignación que encontró su cauce en el movimiento estudiantil del año pasado y que en otros países se expresa en indignaciones, ocupaciones, revueltas callejeras que en algunos casos hacen tambalear, e incluso caer gobiernos. Luego de la tormenta, el escenario es diverso: están aquellos países en los que no ha pasado nada, y aquellos otros en los que ha pasado mucho.
En Chile, las consecuencias están por verse, pero es claro que se está produciendo una cierta ebullición política. De alguna manera ha influido para acelerar la inscripción automática y el voto voluntario, proceso que implica la incorporación de más de 4 millones de potenciales electores, la mayoría jóvenes.
Parte de las limitaciones del movimiento estudiantil se explican por la ausencia de estructuras políticas que lo sustentaran, dado que las actuales tienden a ser rechazadas. Los jóvenes de hoy no se sienten representados por las fuerzas políticas existentes, como lo demuestran diversas y sucesivas encuestas que dan cuenta del rechazo que generan en la población.
En este contexto, esta semana hemos sido testigos del nacimiento de un nuevo movimiento con aspiraciones de incidir en la política, Revolución Democrática, liderada por Giorgio Jackson, expresidente de la FEUC, uno de los principales líderes del movimiento estudiantil junto con Camila Vallejo.
Surge en medio de un creciente interés por romper el inmovilismo y empate político en que se encuentra el país y para dejar atrás los temores que dejó la dictadura, después de 20 años de concertación y con el primer gobierno de derecha electo democráticamente después de más de 50 años. Esto, en un país en el que moros y cristianos coinciden que la herida más lacerante que nos agobia es la desigualdad extrema.
Revolución Democrática parece tener la intención de darle soporte a la inquietud ciudadana, en particular a los más jóvenes, quienes no se sienten representados por la institucionalidad política imperante. Y para ello, piensa hacerlo por la vía institucional, electoral, complementando la denuncia con propuestas específicas.
En este plano me recuerda el origen a la Concertación, cuando en pleno período dictatorial, la oposición política, luego de años de movilizaciones que tuvieron su auge entre 1982 y 1986, resuelve aceptar el desafío del plebiscito del 88 para intentar derrotar electoralmente a la dictadura imperante. Esta decisión galvanizó, energizó a la población entera.
El propósito de Revolución Democrática parece ser el mismo: remecer a la ciudadanía y en particular a los jóvenes desde el sistema mismo, aprovechando la inscripción automática y el voto voluntario, y por esa vía romper el binominalismo para ir construyendo la democracia real.
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