Pepe tal cual es
Por el terremoto he pospuesto esta columna que trata del cambio de mando en Uruguay que tuvo lugar el primero de marzo. A su nuevo presidente, Pepe Mujica, muchos ya lo deben haber visto porque vino para el cambio de mando que tuvo lugar acá el pasado 11 de marzo. Al regresar a su país, en sus primeras declaraciones sostuvo que “nunca había visto moverse el piso a tantos presidentes al mismo tiempo”.
Un viejo de 74 años, extupamaro, que en Chile sería como decir un ex-mir, de la izquierda extramuros, la ultraizquierda, la terrorista, que fue encarcelado y torturado en los tiempos dictatoriales uruguayos en que la Operación Cóndor brillaba en todo su esplendor. Hoy un tipo con pinta de abuelo chocho, bonachón, socarrón.
Con estos antecedentes no es fácil explicar cómo llegó a la presidencia. Tabaré, el presidente que se fue con una alta popularidad ayudó, pero en Chile sabemos que eso no basta. A pesar que Michelle contó con más de 80% de respaldo al final de su mandato, ese respaldo no se fue al candidato de su misma coalición. En nuestro país la Concertación adoptó una postura conservadora a la hora de escoger su candidato, como para hacer un alto en el camino luego de 20 años de recorrido gubernamental. En Uruguay, por el contrario, a pesar de estar tan solo 5 años en el gobierno, la izquierda, representada por el Frente Amplio apostó a un salto hacia delante.
A diferencia de nuestras precarias y vapuleadas primarias realizadas en base a la buena voluntad de los partidos y llenas de vicios, las internas o primarias en Uruguay son elecciones amparadas por la legislación. Allá todos los partidos o agrupaciones partidarias tienen la obligación legal de hacer primarias, las que se realizan en un mismo día. En el Frente Amplio postularon Pepe (Mujica) y Danilo (Astori), este último, exministro de hacienda con Tabaré y su preferido y favorito. Danilo representaba la versión blanda de la izquierda, Pepe la más dura. Las encuestas decían que Danilo era un candidato con mayores posibilidades de ganar las elecciones presidenciales, precisamente por su moderación y representar la continuidad de Tabaré. Pero las internas dijeron otra cosa. La base partidaria prefirió a Pepe aún a riesgo de perder la elección. Y la ganó, en segunda vuelta, pero la ganó a pesar de todos los malos augurios y del rechazo que Pepe generaba, sobre todo en las capas altas y medias, no dispuestas a apostar por un ex-tupa.
El pueblo uruguayo apostó por él, un tipo que nos habla en sencillo, en lenguaje cotidiano, por cuya humanidad ha pasado mucha agua, como por todos nosotros. Tiene una gran cantidad de frases para el bronce, pero de ellas rescataré una de ellas: “Yo antes aspiraba a cambiar el mundo. Ahora, la vereda de mi casa”. Una frase que refleja evolución, madurez, pragmatismo, realismo, sensatez, sin por ello, perder la brújula. Un presidente que recientemente sedujo en Punta del Este, balneario del jet set rioplatense, a mas de 1000 empresarios al reiterarles lo que ya sostuviera en esa misma localidad hace ya casi medio siglo otro guerrillero, el Ché Guevara: que la vida económica debe estar supeditada a la política, y no al revés. La diferencia residió en que Pepe no vino a confrontar, sino que a conversar. Dijo que los uruguayos “necesitamos inversión, porque se necesita más y cada vez mejor trabajo”, y por otra parte sostuvo que “la riqueza es hija del trabajo y el trabajo necesita inversión…. No somos Mandrake, no podemos generar riqueza (solo) con decisiones legislativas”.
En él han confiado los uruguayos los destinos de una nación envejecida, con baja tasa de natalidad y cuyos mejores hijos tienden a buscar mejores horizontes más allá de sus fronteras.
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