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En marzo del presente año (2023) tuvo lugar un asalto por una banda con autos que llegaron a las mismísimas pistas del aeropuerto de Pudahuel, para quedar al pie del avión que traía consigo un apetecido botín de 32 millones de dólares, algo así como dos mil quinientos millones de pesos. Un asalto frustrado en el que participaron 12 delincuentes con un saldo de dos muertos. Entraron a la pista de aterrizaje como Pedro a su casa sin encontrar obstáculo alguno. La seguridad brilló por su ausencia.
En estos días han
ocurrido dos eventos dignos de Ripley, o de fake news. El primero, un asalto a
un camión de valores que llevaba mil cuatrocientos millones de pesos recogidos
de un supermercado. Los trabajadores del camión de valores, una vez depositado
el monto señalado en el camión resuelven ir al servicio higiénico para hacer
sus necesidades. El chofer aprovecha para irse con el camión a unas doce
cuadras para estacionarse en un lugar convenido con sus cómplices que
concurrieron con sus vehículos para sacar los millones del camión y llevárselos.
Todo apunta a que al menos el trabajador chofer de la empresa de seguridad
responsable del transporte (Brinks) está implicado. A la fecha el caso aún no
se ha esclarecido. Si había protocolos que debían cumplirse, éstos saltaron por
los aires. De película.
Una película que es
sacada de cartelera para ser reemplazada por otra más emocionante cuya trama está
en pleno desarrollo: el asalto al Ministerio de Desarrollo Social, comandado
por Giorgio Jackson, donde se robaron 23 computadores y una caja fuerte con
documentos. Este último asalto fue de noche, estando el ministerio resguardado
por personal de una empresa de seguridad privada, HM. Uno de ellos habría
recibido una llamada telefónica de quien se hizo pasar por el ministro, quien avisó
que un sobrino suyo iría a buscar unos computadores. Llegó el supuesto sobrino
con sus secuaces, y el personal de seguridad que estaba de guardia los deja
pasar sin exigir documentación alguna. Se llevan todo sin arrugarse siquiera.
A primera hora del
otro día se constata que la llamada no fue del ministro, que el sobrino no era
tal y que fue el clásico cuento del tío. Se constata que la llamada fue
realizada desde el interior de la cárcel de Puente Alto. Se constata que la
empresa de seguridad no cumplió protocolo alguno, si es que lo tenía. Los
asaltantes ingresaron al edificio sin que la guardia de seguridad le exigiera
documentación alguna para comprobar la identidad de los malhechores. Solo faltó
que les rindieran pleitesía.
A poco andar se
encuentran y recuperan los 23 computadores, todos intactos. No se les habría
tocado ni con el pétalo de una rosa. La caja fuerte aún no aparece, al menos
hasta el momento de escribir estas líneas. Se constata que quien hizo la
llamada a nombre del ministro al personal de guardia del ministerio fue
realizada desde la cárcel y que es nieto de la mujer que encontraron con los 23
computadores robados en un carro de feria. Por lo mismo esta abuelita ha sido
arrestada y está siendo formalizada por el delito de receptación de bienes
robados.
El cuento no termina
acá porque se está frente a una abuelita vinculada al narcotráfico y adherente
de Kast y del partido republicano. Se constata que esta abuelita respaldó en su
momento a quien fuera alcaldesa de Renca, Vicky Barahona, quién por esas
casualidades de la vida, es la madre de Karla Rubilar, quien fuera ministra de
desarrollo social en tiempos de Piñera.
Por último, la guinda
de la torta reside en que la empresa HM que presta el servicio de seguridad,
donde trabajaron los ejemplares guardianes del ministerio, es propiedad de Hugo
Martínez Oyanedel, quien es hermano de uno de los reclusos en Punta Peuco por
su responsabilidad en dos ejecuciones en tiempos de dictadura.
Cualquiera diría que de esta forma se cierra
el círculo, pero el rompecabezas sigue abierto. Macondo quedó chico al lado de
esto. Surrealismo puro. El negocio de la seguridad al amparo de la inseguridad
reinante. El ladrón detrás del juez.
Aún falta conocer el término
de este cuento, si es que lo tiene.
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