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La oposición, en el ejercicio de su rol fiscalizador, objetó la compra de una clínica, Sierra Bella, por parte del municipio santiaguino. La objeción entiendo que gira en torno a la compra propiamente tal así como al monto.
La alcaldesa de Santiago, Irací Hassler, sin la aprobación
del concejo municipal, resolvió comprar una clínica para atender las
necesidades de salud de la población bajo su jurisdicción que no estarían
siendo satisfechas mediante la red hospitalaria pública y privada disponible.
La objeción respecto de la compra habría que analizarla en
relación a las funciones que le competen al municipio. Y entre ellas se incluye
la responsabilidad que le cabe en el campo de la salud primaria, así como en la
educación. En consecuencia, la decisión de comprar o no, es de competencia
municipal. Lo que podría objetarse es su pertinencia, si es que existe un
déficit de servicios de salud primaria en la comuna de Santiago y si la clínica
Sierra Bella sirve para estos efectos. Todo apunta a que la clínica se pensaba
habilitar para prestar servicios que iban más allá de la atención primaria.
Pero los dardos no van solo por ahí, sino que además van por
el precio bajo el cual se quiso comprar la clínica. La Contraloría General de
la República (CGR) resolvió objetar y echar marcha atrás al proceso de
adquisición de la clínica por considerar que el precio que se debía pagar era
sustantivamente menor al pactado. Resolución basada en los antecedentes que se
tenían a la vista, los precios de transacciones pasadas, y que eran
irrebatibles. Bien hace la contraloría en frenar una compra tras la cual habría
indicios de corrupción.
¿Qué llevó a la alcaldesa en emprender esta fallida compra?
Pidió tasaciones por distintas propiedades y en base a lo que le señalaron los
tasadores, no uno, sino que tres tasadores, ofertó la cantidad de poco más de 8
mil millones de pesos. Monto que la CGR objetó por “precio injustificado” dado
que el monto ofertado no se condecía con el monto bajo el cual había sido
adquirido por la empresa vendedora. Esto indica que acá hay gato encerrado. Los
tasadores contratados por el municipio para realizar la tasación se asume que
lo sabían, y si no lo sabían sería señal de negligencia. Si lo sabían, cabe la
posibilidad de que por razones de mercado el valor del inmueble varió, lo que no
es descartable. No pocas veces el precio de un inmueble baja o sube
violentamente por distintas circunstancias. Pero lo resuelto por la CGR indica
que nada de eso ocurrió.
En consecuencia, la alcaldesa habría sido engañada, bajo
supuesto de que no sabía nada, y por tanto bien hace en querellarse contra los
tres tasadores involucrados. La
Asociación de Tasadores se equivoca cuando afirma que la decisión de compra es
propia del municipio, cualquiera sea el valor que acuerden. Por cierto, pero el
valor ofertado por el municipio estuvo basado en una tasación errónea de parte
de tres tasadores. Todo lleva a pensar en la existencia de una colusión, al
menos entre los tasadores, o entre estos y la empresa vendedora, si es que no
hay también personal municipal implicado. Aquí habría engaño manifiesto, pero
difícilmente Irací salga libre de polvo y paja porque habría que ver quién
propuso a los tres tasadores. Quien sabe adónde nos lleve la madeja.
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