Hasta acá llegué en tren desde Berlin con un trasbordo en Stettin, primera ciudad polaca que está en la frontera con Alemania. Mientras en el tren de Alemania íbamos cómodamente sentados, en el tren polaco tuvimos que ir el par de horas del trayecto parados porque iba lleno. Mientras en Alemania no hubo control alguno de pasajeros, en Polonia los controles andaban a la orden del día con inspectores que pasaban una y otra vez. En este tren llegamos hasta una ciudad llamada Międzyzdroje. Desde aquí no tenía más alternativa que tomar taxi para llegar a Międzywodzie. Uno de los problemas de esta estadía reside en que no entiendo el polaco, que las palabras son impronunciables para nosotros, y que son raros los polacos que hablan algún otro idioma, como el alemán o el inglés. Buscan compensar esto con una amabilidad a toda prueba y la incomunicación procuran resolverla disponiendo siempre de un celular con un traductor a mano.
Desde
poco antes de llegar a la frontera todo huele a tercermundismo, partiendo desde
los controles en el tren, el deterioro de las construcciones, o su falta de
mantenimiento. La moneda es el sloty, no el euro a pesar de que están incorporados
a la Union Europea. Es un paso que Polonia tiene pendiente dado que se resisten
a abandonar el control sobre su moneda. Todo un jaleo porque al euro te lo
castigan fuertemente.
Hasta
acá llegué en plan familiar, en lo que es pueblo balneario, de turismo no
masivo, tranquilo, de clase media polaca y algunos turistas alemanes. Resido en
una cabaña familiar, a unos 200 metros de la playa, por lo que una vez
desocupadas las maletas y nos fuimos a la playa. Espectacular! Amplia, de
arenas blancas, circundadas por bosques nativos, con la gente regresando a sus
casas porque ya estaba refrescando. Luego salimos a caminar por el pueblo, en
un ambiente clásico de balneario, lleno de vitalidad, con familias de todas las
edades.
Estando
en un clásico pueblo balneario los días no se diferencian mucho unos de otros.
Ayer fue uno de esos días clásicos: levantarse con calma y desayunar, para a
media mañana ir caminando a la playa. A pesar de lo amplias que son las playas
no es fácil encontrar espacio porque cada familia se instala con “su cerco” de
alrededor de un metro de altura, lo que no dejó de llamarme la atención. No se
ven muchos quitasoles, a pesar del fuerte sol imperante, pero sí cercos de
similar género que los quitasoles y que las familias traen enrollados bajo el
brazo. Por cada metro de género tiene un pequeño palo. Estos cercos los
instalan martilleando los palos para que se afirmen en la arena. Resulta
curioso ver a cada familia premunida de sendos martillos golpeando estos palos.
Es una forma de marcar territorio, de privatizar temporalmente un espacio
público. Estos cercos los venden en el comercio local y también los alquilan en
la misma playa, y tienen distintos largos (metrajes) dependiendo del gusto del
consumidor y/o del tamaño del grupo familiar: hay de 8m, 10m, 12m, 14m y 16m.
Esto
me llamó fuertemente la atención porque Polonia es un país que perteneció a la
órbita soviética que tuvo uno de los regímenes más dictatoriales detrás de la
cortina de hierro, que ahora está en la Unión Europea. De un marco donde todo
era público, estatal, si es que alguna vez hubo un alto espíritu público en su
población, hoy por el contrario, parece predominar el espíritu de cada uno con
lo suyo. Toda una señal de que de un extremo se tiende a ir hacia otro
extremo.
Polonia
ha sido un país sufrido. No olvidemos que Polonia ofreció una gran resistencia
a la invasión nazi cuando Hitler decidió iniciar la segunda guerra mundial
invadiendo su territorio; que fue “liberado” por tropas rusas, y que tuvo que
pagar un alto precio por esta “liberación”: estar bajo el radar del comunismo de la URSS,
la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, quienes instalaban a sus
gobernantes. Uno de ellos fue Gomulka, quien cayó producto de la rebelión de
los polacos, forzando la instalación de Jaruzelki, otro títere del Kremlin. De allí
para adelante el espíritu polaco se expresó de la mano de Lech Walessa,
dirigente sindical y presidente del sindicato Solidaridad, quien inició la
rebelión de la mano del entonces arzobispo de Kracovia, Karol Wojtila, y que
posteriormente la iglesia católica, en una genial maniobra política entroniza
como papa, colaborando con ello al derrumbe del imperio soviético y del pacto
de Varsovia al que estaba adscrito Polonia.
Bueno,
ya me estoy yendo por las ramas. En la playa me sumergí en las saladas aguas de
lo que es el mar Báltico. Pensaba que eran aguas heladas y saladas, pero al
lado de las del Pacífico las siento cálidas y no tan saladas. Mientras tanto,
en Chile el invierno parece arreciar al igual que las mentiras y noticias
falsas en torno al plebiscito de salida que se avecina.
Qué buena crónica!!!!!
ResponderBorrarRodolfo, a seguir viajando y enviándonos crónicas de esos viajes
Abrazos