Por razones familiares me encuentro en Alemania, en un pueblito alemán de menos de mil habitantes llamado Nieder-Klingen, cerca de Darmstadt, que está localizado al sur de Frankfurt am Main.
La zona está repleta de pequeños pueblos similares
distanciados por tan solo unos pocos kilómetros interconectados con excelentes
caminos por donde circulan automóviles, todos en perfecto estado, a velocidades
prudentes y donde las reglas de tránsito, tales como las velocidades máximas,
son escrupulosamente respetadas. Entre ellos se encuentran unos pocos pueblos
con más de 10 mil habitantes, todos comunicados entre sí mediante modernos
buses.
Nieder-Klingen, al igual que todos los otros pueblitos, es precioso,
donde las casas tienden a tener sus pequeños jardines cuyos moradores suelen
tener sus huertos caseros. La basura orgánica es ocupada para mejorar las
tierras o alimentar los animales con que los moradores se hacen acompañar, sean
estos patos, gallinas, cabras, caballos, perros, gatos. Hasta los animales
parecen estar educados. Escribo estas líneas acompañado del canto de un gallo. En
esta época, todo está verde, con la primavera a punto de irse para dar paso al
verano. Cada pueblo está rodeado de campos cultivados y árboles frutales entre
los cuales hay senderos para hacer a pie o en bicicleta. Todo es privado pero
parece público porque no hay alambradas ni divisiones a la vista. Abierto a todos.
Todo parece una fantasía, de película. No obstante la belleza
visual que irradian estos pueblitos, no hay dónde tomarse un café ni una plaza
donde se congregue la población. Todos están en sus casas o han salido en sus
vehículos a abastecerse en algunos de los pueblos de mayor tamaño donde sí hay
comercio. Por las noches Nieder-Klingen parece un pueblo sin vida, con casas
donde pareciera que no hubiese moradores. La mayoría de ellas sin luces, sin
saberse si es porque no hay nadie o porque ya están durmiendo.
Poco se sabe de la guerra en Ucrania y nada de la segunda
vuelta en Colombia donde todo está que arde. Menos se sabe de la trifulca
constitucional imperante en un lejano país cuya larga costa mira hacia un
océano que obedece al nombre de Pacífico, pero que no tiene nada de tal.
Sólo se sabe que la naturaleza impone su ritmo, que es tiempo
de cosechar cerezas por estos lados y que dentro de un par de meses será tiempo
de cosechar manzanas y nueces. La vida gira en torno al campo. No sé si llamar
agricultores, campesinos o granjeros a quienes viven de esta actividad. Los llamaría
granjeros porque sus dueños son quienes trabajan el campo con el apoyo de
maquinaria tanto tradicional como moderna. Cada uno trabaja en lo suyo y todo se
conjuga tranquilamente.
La conciencia ecológica está presente por doquier y en todo momento. Sobre la mayoría de los techos de las casas podemos ver planchas solares destinadas a capturar la energía solar y todo el país parece empeñado en independizarse del petróleo ruso, buscando alentar la producción de automóviles eléctricos y el uso de los tranvías basados en la electricidad. Todo acompañado de políticas orientadas a disminuir el uso de los vehículos particulares y en favor de la locomoción pública. A partir de este mes el gobierno alemán decidió implementar un boleto válido por todo un mes por 9 euros (del orden de 8 mil pesos chilenos). Con este boleto puedes hacer uso las veces que quieras tanto de los buses de superficie como de los tranvías y los trenes del metro (U-Bahn y S-Bahn).
Muy similar a Maule Norte y su desarrollo periférico con Talca.
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