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Photo by Josh Appel on Unsplash |
El primer 10% que se autorizó extraer del fondo que cada uno tiene en la correspondiente AFP tuvo como origen la insuficiente y tardía reacción del gobierno para encarar las dificultades financieras que aquejan a las familias a raíz del desplome de la actividad laboral en tiempos de pandemia.
El gobierno se opuso desde un principio, por principio, dado
que se trata de recursos provenientes de cotizaciones obligatorias, cuya
acumulación está destinada a la vejez de los cotizantes. No obstante ello, el
proyecto asociado fue aprobado en el parlamento, no solo con votos opositores,
sino que de la propia coalición gobernante, ChileVamos. Ello se dio no obstante
la presión desde el gobierno enfatizando las consecuencias negativas y
amenazando con recurrir al tribunal constitucional, carta segura a jugar en
tiempos de apremio. Por razones políticas la amenaza no se concretó y el proyecto
fue aprobado sin mayores consecuencias, dando un respiro a una economía que se
venía abajo.
No se apagaban aún los ecos del primer 10% cuando desde el
congreso nace un nuevo proyecto que va tras un segundo 10%, que también es
aprobado. Ello, no obstante que desde esferas oficialistas se vuelve a insistir
en sus efectos negativos, razón por la cual amenaza con vetarlo. Finalmente el
gobierno resuelve presentar un proyecto alternativo con variantes menores de carácter
impositivo, pero que mantiene la esencia del proyecto original. La mona por más
que se vista de seda, mona queda.
Ahora, tanto en el gobierno como en la oposición festejan que
este segundo 10% se haya logrado para antes de las fiestas de fin de año. Todo esto
en plena pandemia, la que se encuentra en su esplendor, como si estuviésemos
con ánimo y salud para celebrar a costa de nuestros propios ahorros. Lo demuestra
la reacción que se observa por estos días, con el centro lleno de gente, las
calles congestionadas de vehículos y con el coronavirus circulando a sus
anchas.
Para rematarla, cuando aún no se apagan los ecos del segundo
10%, ahora se nos viene la ola del tercer 10%. Como dicen por ahí, no hay
primera sin segunda, ni segunda sin tercera. Y así vamos rematando nuestro
futuro al mejor postor.
¿Qué nos dice todo esto? Nos dice que tanto el gobierno como la
oposición se han sacado el pillo a costa nuestra, de nuestros propios recursos.
Es algo francamente inverosímil.
Nos dice que el sistema de AFP carece de toda legitimidad,
que cayó en su propia trampa al insistir una y otra vez, majaderamente, que los
recursos son de cada uno, como si esa fuese su virtud. Todo ello con la
esperanza de que los propios dueños de los fondos –cada uno de nosotros-
fuésemos sus máximos defensores. Lo que se asume estaba reservado exclusivamente
para el futuro, ahora está para urgencias, o para lo que a cada uno se le
antoje. Total, es platita de cada uno, y por lo mismo, cada uno sabrá qué hacer
con ella.
Está claro que tras todo esto está el deseo, confesado o inconfesado, de reventar un esquema de pensiones impuesto a sangre y fuego en tiempos del innombrable cuya alma mater no hemos sido capaces de alterar sustantivamente desde el inicio de la democracia en 1990, esto es, a lo largo de 30 años.
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