diciembre 16, 2020

No hay primera sin segunda, ni segunda sin tercera

Photo by Josh Appel on Unsplash

El primer 10% que se autorizó extraer del fondo que cada uno tiene en la correspondiente AFP tuvo como origen la insuficiente y tardía reacción del gobierno para encarar las dificultades financieras que aquejan a las familias a raíz del desplome de la actividad laboral en tiempos de pandemia.

El gobierno se opuso desde un principio, por principio, dado que se trata de recursos provenientes de cotizaciones obligatorias, cuya acumulación está destinada a la vejez de los cotizantes. No obstante ello, el proyecto asociado fue aprobado en el parlamento, no solo con votos opositores, sino que de la propia coalición gobernante, ChileVamos. Ello se dio no obstante la presión desde el gobierno enfatizando las consecuencias negativas y amenazando con recurrir al tribunal constitucional, carta segura a jugar en tiempos de apremio. Por razones políticas la amenaza no se concretó y el proyecto fue aprobado sin mayores consecuencias, dando un respiro a una economía que se venía abajo.

No se apagaban aún los ecos del primer 10% cuando desde el congreso nace un nuevo proyecto que va tras un segundo 10%, que también es aprobado. Ello, no obstante que desde esferas oficialistas se vuelve a insistir en sus efectos negativos, razón por la cual amenaza con vetarlo. Finalmente el gobierno resuelve presentar un proyecto alternativo con variantes menores de carácter impositivo, pero que mantiene la esencia del proyecto original. La mona por más que se vista de seda, mona queda.

Ahora, tanto en el gobierno como en la oposición festejan que este segundo 10% se haya logrado para antes de las fiestas de fin de año. Todo esto en plena pandemia, la que se encuentra en su esplendor, como si estuviésemos con ánimo y salud para celebrar a costa de nuestros propios ahorros. Lo demuestra la reacción que se observa por estos días, con el centro lleno de gente, las calles congestionadas de vehículos y con el coronavirus circulando a sus anchas.

Para rematarla, cuando aún no se apagan los ecos del segundo 10%, ahora se nos viene la ola del tercer 10%. Como dicen por ahí, no hay primera sin segunda, ni segunda sin tercera. Y así vamos rematando nuestro futuro al mejor postor.

¿Qué nos dice todo esto? Nos dice que tanto el gobierno como la oposición se han sacado el pillo a costa nuestra, de nuestros propios recursos. Es algo francamente inverosímil.

Nos dice que el sistema de AFP carece de toda legitimidad, que cayó en su propia trampa al insistir una y otra vez, majaderamente, que los recursos son de cada uno, como si esa fuese su virtud. Todo ello con la esperanza de que los propios dueños de los fondos –cada uno de nosotros- fuésemos sus máximos defensores. Lo que se asume estaba reservado exclusivamente para el futuro, ahora está para urgencias, o para lo que a cada uno se le antoje. Total, es platita de cada uno, y por lo mismo, cada uno sabrá qué hacer con ella.

Está claro que tras todo esto está el deseo, confesado o inconfesado, de reventar un esquema de pensiones impuesto a sangre y fuego en tiempos del innombrable cuya alma mater no hemos sido capaces de alterar sustantivamente desde el inicio de la democracia en 1990, esto es, a lo largo de 30 años.

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