diciembre 08, 2020

El futuro que nos espera

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La pandemia está poniendo en jaque nuestro modelo de vida, la sociedad que se ha construido en el tiempo de un modo que nunca imaginamos ni en nuestros peores sueños. En el mundo, en el país, en nuestra región, en nuestra ciudad. Lo está alterando todo, nuestras rutinas, nuestras maneras de trabajar, de ganarnos el sustento, de relacionarnos con los demás. Está por verse si los cambios que estamos viviendo llegaron para quedarse o si se batirán en retirada una vez sorteado el desafío que tenemos al día de hoy. Lo más probable es que muchos aspectos de nuestra vida retomen su cauce previo a covid19, pero otros tomarán otros cursos de acción.

Uno de los grandes perdedores es el sector turístico donde el impacto está siendo brutal. Al disminuir nuestra movilidad, nuestra sociabilidad, por voluntad propia o por restricciones impuestas por las autoridades al tráfico terrestre, aéreo y marítimo, se está afectando la actividad hotelera, gastronómica y comercial. Para salvar al sector turístico o atenuar la baja se está posibilitando viajar con un pasaporte sanitario, una suerte de certificado de salud que a futuro será mucho más fácilmente generado gracias al apoyo de la creciente capacidad de las actuales tecnologías de información y comunicación (TICs).

De allí que entre los ganadores están quienes se desenvuelven en el campo de la informática, entre ellos, quienes lo hacen en materia de análisis de datos y particularmente de los grandes volúmenes de datos –los big data-. Las empresas y profesionales inmersos en este campo, serán capaces de rastrear el comportamiento de las personas e identificar a quienes se salten cuarentenas u otras restricciones, lo que será tipificado como delito. Otro sector, dentro de la informática cuyo desarrollo está siendo acicateado por la pandemia, es el de la inteligencia artificial que está permitiendo incrementar la seguridad mediante el reconocimiento facial por la vía de clasificar a las personas según distintos parámetros, incluidas sus temperaturas corporales.

Otra consecuencia de la pandemia, es el reforzamiento de la reducción de las transacciones comerciales a través del dinero físico y el aumento de las transacciones electrónicas. Por razones de higiene se está imponiendo aceleradamente el pago con tarjeta, vía celulares u otros dispositivos. El comercio electrónico va cobrando más y más fuerza en detrimento del comercio tradicional. El comercio ambulante, informal también se está viendo afectado al haber menos dinero físico.

Todas nuestras transacciones comerciales serán registradas y monitoreadas por el Estado, dificultando la evasión impositiva. A su vez, nuestra privacidad e intimidad quedarán en entredicho. Por lo mismo, la delincuencia más preocupante ya no será la que se de en la calle, sino que pasará a ser la cibernética. El tema de la seguridad de las transacciones que se lleven a cabo en la nube y en interrnet, alcanzará su máximo esplendor.

La pandemia ha puesto definitivamente sobre la mesa el tema del teletrabajo que se encuentra en pleno auge, y lo más probable es que termine dominando la escena. No se trata de un mero cambio de lugar de trabajo, donde todo lo que hacíamos en nuestro puesto de trabajo físico ahora lo hagamos en nuestras casas. Va mucho más allá. Por más que ahora nos reunamos virtualmente a través de las distintas plataformas informáticas disponibles, no es lo mismo que hacerlo físicamente. El trabajo en equipo se resiente. La frontera entre la vida en casa y el trabajo se difumina, se torna borrosa. Esto ya se venía dando desde antes de la pandemia con los celulares, los computadores en casa, que nos permitía trabajar en casa, pero la pandemia lo ha reforzado. Está la sensación de que nos pasamos trabajando, que en todo minuto nos están monitoreando, que debemos estar disponibles siempre. Inevitablemente esto resiente la vida privada, la vida en familia.

Por último, el teletrabajo y el teleestudio están modificando la arquitectura urbana, la demanda de oficinas y la construcción de viviendas deberán ir asumiendo espacios laborales, y de estudio, al interior de ellas no previstas en el pasado. Y las desventajas del hacinamiento y de la congestión, inherentes a las grandes ciudades están abriendo cancha a la resurrección del campo, a un retorno a la romántica ruralidad.

La sociedad digital que ya venía en camino, está siendo consolidada por la pandemia, para bien de unos y mal de otros.

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