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Photo by Possessed Photography on Unsplash |
La pandemia está poniendo en jaque nuestro modelo de vida, la sociedad que se ha construido en el tiempo de un modo que nunca imaginamos ni en nuestros peores sueños. En el mundo, en el país, en nuestra región, en nuestra ciudad. Lo está alterando todo, nuestras rutinas, nuestras maneras de trabajar, de ganarnos el sustento, de relacionarnos con los demás. Está por verse si los cambios que estamos viviendo llegaron para quedarse o si se batirán en retirada una vez sorteado el desafío que tenemos al día de hoy. Lo más probable es que muchos aspectos de nuestra vida retomen su cauce previo a covid19, pero otros tomarán otros cursos de acción.
Uno de los grandes perdedores es el sector
turístico donde el impacto está siendo brutal. Al disminuir nuestra movilidad,
nuestra sociabilidad, por voluntad propia o por restricciones
impuestas por las autoridades al tráfico terrestre, aéreo y marítimo, se está afectando
la actividad hotelera, gastronómica y comercial. Para salvar al sector
turístico o atenuar la baja se está posibilitando viajar con un pasaporte
sanitario, una suerte de certificado de salud que a futuro será mucho más fácilmente generado gracias al apoyo de la creciente capacidad de las actuales tecnologías de información y comunicación (TICs).
De allí que entre los ganadores están quienes
se desenvuelven en el campo de la informática, entre ellos, quienes lo hacen en
materia de análisis de datos y particularmente de los grandes volúmenes de
datos –los big data-. Las empresas y profesionales inmersos en este campo, serán
capaces de rastrear el comportamiento de las personas e identificar a quienes
se salten cuarentenas u otras restricciones, lo que será tipificado como
delito. Otro sector, dentro de la informática cuyo desarrollo está siendo
acicateado por la pandemia, es el de la inteligencia artificial que está
permitiendo incrementar la seguridad mediante el reconocimiento facial por la
vía de clasificar a las personas según distintos parámetros, incluidas sus
temperaturas corporales.
Otra consecuencia de la
pandemia, es el reforzamiento de la
reducción de las transacciones comerciales a través del dinero físico y el
aumento de las transacciones electrónicas. Por razones de higiene se está
imponiendo aceleradamente el pago con tarjeta, vía celulares u otros
dispositivos. El comercio electrónico va cobrando más y más fuerza en detrimento
del comercio tradicional. El comercio ambulante, informal también se está
viendo afectado al haber menos dinero físico.
Todas nuestras transacciones
comerciales serán registradas y monitoreadas por el Estado, dificultando la
evasión impositiva. A su vez, nuestra privacidad e intimidad quedarán en entredicho.
Por lo mismo, la delincuencia más preocupante ya no será la que se de en la
calle, sino que pasará a ser la cibernética. El tema de la seguridad de las transacciones que se lleven a cabo en la nube y en interrnet, alcanzará su
máximo esplendor.
La pandemia ha puesto definitivamente sobre la
mesa el tema del teletrabajo que se encuentra en pleno auge, y lo más probable
es que termine dominando la escena. No se trata de un mero cambio de lugar de
trabajo, donde todo lo que hacíamos en nuestro puesto de trabajo físico ahora
lo hagamos en nuestras casas. Va mucho más allá. Por más que ahora nos reunamos
virtualmente a través de las distintas plataformas informáticas disponibles, no
es lo mismo que hacerlo físicamente. El trabajo en equipo se resiente. La frontera
entre la vida en casa y el trabajo se difumina, se torna borrosa. Esto ya se
venía dando desde antes de la pandemia con los celulares, los computadores en casa,
que nos permitía trabajar en casa, pero la pandemia lo ha reforzado. Está la
sensación de que nos pasamos trabajando, que en todo minuto nos están
monitoreando, que debemos estar disponibles siempre. Inevitablemente esto
resiente la vida privada, la vida en familia.
Por último, el teletrabajo y el teleestudio están modificando la arquitectura urbana, la demanda de oficinas y la construcción de
viviendas deberán ir asumiendo espacios laborales, y de estudio, al interior de ellas no
previstas en el pasado. Y las desventajas del hacinamiento y de la congestión, inherentes
a las grandes ciudades están abriendo cancha a la resurrección del campo, a un
retorno a la romántica ruralidad.
La sociedad digital que ya venía en camino, está
siendo consolidada por la pandemia, para bien de unos y mal de otros.
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