Tal como la semana pasada analicé los argumentos de la opción rechazo en el plebiscito que se aspira celebrar en octubre próximo, en esta ocasión haré similar análisis respecto de la opción apruebo.
Un primer argumento se basa en la necesidad de contar con una
constitución que sea legitimada por el país en contraposición a la actual.
Transcurridos 40 años, la constitución que nos rige no ha sido un factor de
unidad. Por el contrario, ha sido más un factor de división y confrontación por
haber sido impuesta en elecciones sin registros electorales y sin que se dieran
las condiciones mínima para que la oposición pudiese expresarse libremente. No
obstante las múltiples reformas que ha experimentado la Carta Magna de 1980, mantiene
su carácter ilegítimo en virtud de su pecado de origen. Quizás esta sea la
razón esencial por la que se hace necesario el plebiscito: legitimar la
constitución que nos ha de regir.
Un segundo argumento, vinculado al anterior, se relaciona con
la necesidad de disponer de una constitución que incluya lo que seamos capaces
de concordar al menos dos tercios de la sociedad. Se trata de configurar un
pacto político-social, un marco de referencia que perdure en el tiempo, que no
esté sujeto a discusión en base a simples mayorías. Su estabilidad vendría dada por la inclusión de
todo aquello en lo que se hayan alcanzado consensos alcanzados. Mientras más
consensos se alcancen, más extenso será el texto constitucional, y más breve si
son pocos los consensos logrados. El riesgo que existe es que no se logre
consenso alguno, lo que implicaría que del proceso emerja una constitución
vacía. Esto ocurriría si a lo largo del proceso predominara un clima con
predominio de visiones maximalistas en desmedro de miradas con el foco puesto en la búsqueda
de puntos de encuentro. Pero ello ya no sería de responsabilidad de la
constitución, sino que de nosotros mismos.
Un tercer argumento está asociado a la aspiración de una sociedad menos desprotegida frente a los abusos, ante la vejez, las enfermedades, las discapacidades, las discriminaciones, y por lo mismo, que promueva la solidaridad, la vida en armonía con el medio ambiente, la construcción de una red de protección social que asegure derechos básicos. En tal sentido este argumento apunta a una constitución que en vez de alentar el egoísmo, la codicia, el individualismo, procure atenuarlos por la vía de estimular lo mejor del ser humano, y no lo peor.
No será fácil, pero no hay peor intento que el que no se hace. Todo se facilita si hay buena voluntad y disposición para aspirar a tener un mejor país.
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