mayo 08, 2019

Ojo con la letra chica

Recientemente el gobierno presentó un proyecto de reforma laboral que permitiría a los trabajadores disponer de más tiempo de descanso y para estar en familia sobre la base de una flexibilización en sus horarios de trabajo.

Uno de mis más queridos familiares, más cercano a Chile Vamos que a la Nueva Mayoría, a primera hora de hoy se apresuró a remitirme una carta de cuatro personeros a quienes se les suele vincular con la centroizquierda. De hecho, uno de ellos fue ministro del gobierno de la Concertación y presidente del Banco Central (José de Gregorio), en tanto que el otro lo fue del gobierno de la Nueva Mayoría presidido por Michelle Bachelet (Rodrigo Valdés). Los otros dos firmantes son valiosos y significativos adherentes, donde uno de ellos (Eduardo Engel) llegó a presidir una comisión para proponer políticas orientadas a combatir o prevenir actos de corrupción cuando éstos empezaron a hacerse públicos.

En esta carta, que también ha sido sacada a relucir por el gobierno en apoyo a su iniciativa, se hace mención en términos favorables al proyecto al sostener que abre opciones que hoy no existen para organizar la jornada laboral. Con ello se posibilita una mayor flexibilidad que permitiría incrementar la productividad.

No obstante lo señalado, en la oposición no pocos sectores se apresuraron a rechazar el proyecto invitando a leer el proyecto completo, sobre todo la letra chica del proyecto. Mal que mal, estamos ante un gobierno experto en esta materia, razón por lo cual lo más probable es que sus oponentes arisquen la nariz pensando que un proyecto presentado por un gobierno de derecha, o de centroderecha como gusta llamarse a sí mismo, difícilmente tenga como propósito favorecer a los trabajadores.

Uno de los problemas centrales que se vive en la actualidad es el de la desconfianza. Se desconfía de todos, no solo de la derecha, también de la izquierda. Pero siendo el actual gobierno uno de derechas, y por lo mismo, con un sesgo proempresarial, conformado esencialmente por una casta de ilustres apellidos que se repiten una y otra vez, resulta casi inevitable pensar que la intención sea legislar a favor del empresariado.

Mientras la relación trabajo-capital sea tan desigual como en el presente, y la negociación dominante sea entre la empresa y cada uno de los trabajadores individuales difícilmente, la negociación no sea sino una imposición: lo acepta o se le despide. Así de simple. Otro gallo cantaría si hubiese mayor equilibrio entre el factor trabajo y el factor capital.

De hecho, los firmantes de la carta de respaldo al proyecto se cuidan las espaldas al afirmar que deben adoptarse los debidos resguardos respecto de la distribución de los beneficios para que no signifique una precarización del trabajo. Dada la desigual fuerza de quienes se sientan a conversar, visualizo que difícilmente no redunde en una precarización laboral.

Ahí reside el meollo del asunto.

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