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Desde que tengo uso de razón, si es que tengo alguna, de tanto conjugar los verbos crear, innovar y emprender, hace rato que debiésemos haber salido del subdesarrollo. Desafortunadamente, aparte de cursos, seminarios, coaching, talleres y exposiciones, en la práctica, bien poco se ha creado, innovado y emprendido en nuestro país. No quiero ni pensar en todo lo que se ha invertido para promover la creatividad, la innovación y el emprendimiento.
No se trata de afirmar que no se ha creado, ni innovado ni emprendido nada, pero desafortunadamente lo que se ha hecho ha sido marginal, no ha tenido mayor impacto, no nos ha permitido saltar hacia el desarrollo. Nuestra canasta exportadora sigue estando dominada por la extracción de nuestros recursos naturales sin mayor valor agregado.
De la teoría a la praxis, todo indica que hay mucho trecho. En este país pareciera que renta más comprar lo que ya existe, administrar lo que se hereda, antes que crear, innovar y/o emprender. Basta ver qué ha hecho la mayoría de los superricos, ese 0,1% de la población activa. A este segmento poblacional le sobran espaldas financieras, las mismas que les faltan a los demás.
No es broma crear, innovar o emprender. Se requiere fuerza interior, espíritu de lucha, autoestima, ganas, propensión al riesgo, convicción, responsabilidad, perseverancia, mente abierta –open mind-, buscar soluciones a los problemas y las necesidades de las personas, antes que crear nuevas necesidades. Y una ética intachable capaz de resistir los atajos que ofrece la corrupción que inhibe cualquier emprendimiento.
La competencia para emprender suele tener una connotación más económica vinculada a la generación del autoempleo, al inicio de una nueva actividad conducente a crear valor, y que por tanto mira al mercado, al igual que innovar. Sin embargo, de lo dicho más arriba, no necesariamente es así. Se puede emprender sin que ello esté asociado a un nuevo proyecto o una nueva empresa. La competencia para emprender no se agota en ello, sino que va más allá, incluye una disposición para crear, innovar, confianza en sí mismo. Una disposición a fracasar una y otra vez sin amilanarse, sabiendo que el camino al éxito está empedrado de fracasos. En consecuencia, lo peor que podemos hacer es castigar el fracaso, puesto que al hacerlo estamos inhibiendo todo propósito de emprendimiento. El éxito sin esfuerzo, no es tal, es simple volador de luces.
Todas estas son cualidades que debemos tener todos, empleadores y empleados, por lo que emprendedores debiésemos ser todos. Pero claro, otra cosa es con guitarra.
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