Hace tiempo que tengo pendiente escribir sobre este tema, y si no lo he hecho no es por falta de interés, sino porque tengo una mirada muy particular que no calza con lo que se escribe al respecto. Lo más probable es que esta columna deba ser complementada por otras porque resulta imposible condensar en estas líneas todo lo que deseo expresar.
En esta ocasión me limitaré a hacer una suerte de titulares respecto de mis pensamientos sobre la materia. Para empezar, creo que nos estafaron cuando en 1981 se creó el nuevo sistema previsional basado en las cuentas individuales gestionadas por las AFP y que una vez que el sistema funcionara “en régimen”, al momento de jubilar, se recibiría alrededor del 70% de los últimos ingresos. Se presumía la inexistencia de lagunas previsionales, esto es, períodos de desempleo, y que la cotización sería sobre el total de los ingresos.
Tanto lo uno como lo otro resultó ser falso, y se sabía que iba a ser falso. En efecto, la existencia de una continuidad laboral es una excepción, porque lo más común es que existan numerosos períodos en que se está desempleado, particularmente en los sectores de más bajos ingresos. Y respecto de quienes han tenido altos ingresos, por sobre el tope previsional, el monto que se cotiza obligatoriamente no se condice con los ingresos que poseen.
A ello se agrega que en el pasado, antes de 1981, el descuento previsional estaba por encima del 20%, en tanto que bajo el sistema de las AFP la cotización bajó al 10%. Esta diferencia posibilitó que quienes se cambiaran del sistema de reparto existente al nuevo sistema previsional privado vieran aumentados sus ingresos. Este aumento de ingresos fue el cebo, el anzuelo para estimular el traspaso, sin que la gente percibiera los perjuicios futuros que estos cambios le ocasionarían tanto en términos de los ingresos que recibirían al momento de jubilar, como de la extensión de la vida laboral hasta los 65 años a lo menos. Recuérdese que antes de 1981 por lo general se jubilaba al cumplirse una determinada cantidad de años de trabajo.
La estafa se ve corroborada al constatar que las FFAA y carabineros fueron exceptuados de adscribirse al nuevo sistema, lo que solo se explica por los perjuicios que su eventual traspaso ocasionaría a su personal. Es lícito plantearse por qué no se consideraron los daños previsionales que generaría a los civiles.
En síntesis, el sistema previsional actual fue instalado a punta de bayonetas, populismos y engaños que a la fecha no se han podido levantar, que por el contrario, se ha ido consolidando en base a influencias indebidas e intereses creados.
Más allá de lo señalado, estimo que no es sostenible continuar bajo el paradigma actual caracterizado por montos de pensiones basados en los ingresos percibidos a lo largo de una vida laboral. Ya estamos sumergidos en un mundo donde el trabajo se está precarizando y/o informalizando, por lo que las lagunas previsionales han llegado para quedarse. Lo prueba la creciente debilidad del factor trabajo y el mayor peso del capital en el funcionamiento de las organizaciones. La robotización y la automatización han llegado para quedarse.
Lo descrito, así como muchos otros puntos, invitan a pensar en una suerte de reingeniería en materia previsional, no solo en términos de los porcentajes a cotizar, sino respecto del origen de los fondos previsionales, su administración –pública y/o privada-, y su distribución –reparto y/o individual-.
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