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Los países actualmente desarrollados promueven urbi et orbi, el libre comercio a ultranza, como el mecanismo para alcanzar el desarrollo por parte de los países subdesarrollados o en vías de desarrollo. Lo hacen a todo nivel, haciendo uso de todos los recursos a su alcance, y dando a entender que sería el “único” camino, vía organismos financieros internacionales encabezados por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, de la mano de medios de comunicación “serios” y de pseudodoctores en economía que se han plegado sin la más mínima reflexión al dictamen emergente desde el olimpo. Es así como hoy estamos frente a una suerte de dictadura económica, donde cualquier pensamiento económico distinto, que no sacralice el libre mercado, es denostado de inmediato.
Sin embargo, si escarbamos un poco en la historia de los países actualmente desarrollados, veremos que para llegar a ser tales, no liberalizaron el mercado, sino que por el contrario, buscaron promover el desarrollo de una industria nacional por medio de una variada batería de medidas que hoy provocarían escándalo entre los economistas convencionales. De hecho, éstos celebran el arribo del neoliberalismo y que las políticas intervencionistas hayan sido abandonadas. Un país pionero en este plano fue Chile, de la mano de la dictadura de Pinochet, que sirvió de prueba de ensayo para que en la década de los ochenta, en USA e Inglaterra, de la mano de Ronald Reagan y Margaret Tatcher respectivamente, se lanzaran con todo a desmantelar todo lo que oliera a intervencionismo estatal.
Quienes hasta el día de hoy persisten en la reducción del aparato estatal, parecen olvidar que en su momento, los países hoy desarrollados practicaron el más descarado intervencionismo sobre el libre mercado buscando promover una incipiente industria local y posteriormente “protegerla” durante un período hasta que fuese capaz de valerse por sí misma, consolidándose sin necesidad de protección. Recién en ese minuto, una vez que tales países alcanzaron el desarrollo, se abrieron a promover el libre comercio.
Al hacerlo, emulan al padre Gatica: predican pero no practican, dado que actualmente promueven el libre comercio, pero en su momento lo que hicieron no fue sino aplicar la más frío y descarada intervención del Estado en el comportamiento de los mercados.
Es como si una vez alcanzada la cima gracias a una escalera, decidamos sacarla para que los demás no que puedan ocuparla, como lo sostuvo Ha-Joon Chang, destacado economista de la Facultad de Ciencias Económicas y Ciencias Políticas de la Universidad de Cambridge.
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