En las próximas elecciones se definirá quienes nos representarán en la presidencia, en el parlamento y en los consejos regionales. Más allá de la chimuchina, parece relevante levantar la mirada hacia el horizonte.
En términos de capacidades, cada uno de los candidatos tiene sus fortalezas y debilidades, intentando cada uno subrayar las primeras, y omitir las segundas. Es así como, procurando llevar agua a sus respectivos molinos, unos ponen el acento en sus capacidades de gestión, otros en su consecuencia, en su trayectoria, en sus equipos de trabajo, en su decencia y/o en su moderación. Sopesar, colocar en una balanza cada uno de estos componentes, no es una tarea baladí. Por el contrario, es una tarea compleja cuando se trata de decidir en base a atributos personales.
La decisión se ve facilitada si más allá de las características de cada candidato hacemos el ejercicio de discernir respecto del futuro que se nos propone, hacia qué modelo de sociedad se nos quiere llevar.
A grosso modo podríamos visualizar tres modelos de sociedad. Uno de ellos es el modelo neoliberal caracterizado por ser altamente competitivo, individualista, que reduce al Estado a una función de defensa del derecho de propiedad y del orden público. Bajo este modelo la desigualdad, la ostentación, el consumismo, no es tema. En la actualidad, el mejor ejemplo es Estados Unidos encabezado por Trump.
Un segundo modelo es el de bienestar, que busca combinar el individualismo con la solidaridad, donde tiene cabida la competencia y la cooperación, con amplio espacio para las organizaciones sociales, las empresas y el Estado. Este modelo impera fundamentalmente en los países europeos, donde la desigualdad sí importa, al igual que la austeridad. En estas décadas, quien mejor representa este modelo en Alemania es su canciller, Merkel.
El tercer modelo es el que privilegia la igualdad por sobre todo, para lo cual asigna un rol preponderante al Estado como regulador y ejecutor, asumiendo que el espíritu solidario y cooperativo de las personas nos guiará hacia una sociedad de iguales. Este modelo ha intentado ser puesto en práctica en los países comunistas fracasando estrepitosamente, como lo ha demostrado el derrumbe el imperio soviético.
En Chile, la dictadura nos impuso a sangre y fuego el primero de estos modelos, el neoliberal. Desde 1990, con la llegada de los gobiernos democráticos se ha procurado virar hacia el segundo modelo, con mayor o menor éxito, dependiendo del cristal con que se mire.
Los otros cuatro candidatos –Goic, Guillier, Enriquez-Ominami y Sanchez- procuran representar a quienes aspiran una sociedad donde la libertad y la igualdad sean capaces de conjugarse armoniosamente, sin violencia, sin odio. Eso es lo que creo y/o quiero creer.
Lo más probable que en la elección presidencial nadie obtenga la mayoría absoluta, por lo que habría una segunda vuelta. A ella concurrirían un candidato de la derecha, representando la consolidación del modelo neoliberal, y un candidato representativo de quienes aspiran a un modelo de bienestar. Ganará quien sea capaz de sumar tras sí a quienes hayan quedado fuera de carrera.
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